jueves, 22 de septiembre de 2011

UN DÍA INCREÍBLE.


Hay quien ve un árbol y sólo ve un árbol.
Hay quien ve un árbol y aprecia su solera, la forma de su corteza, la hilera de bichitos que recorren su tronco, el espesor de sus ramas, en definitiva, el milagro de la vida.

La naturaleza es un libro abierto, a nuestra disposición. Un libro con muchas fotos, que facilitan la observación. Un libro que se nos ofrece.

En el mundo hay personas que ven su magia y otras que sólo ven su beneficio. Personas agradecidas por tanto como reciben del mundo natural, por todo lo que éste les proporciona. Personas románticas, quizás, que se sienten en deuda, se saben parte del todo, como unidad.

Ahí teneis a un grupo de locos que se dejan impregnar y envolver por la belleza de la madre Tierra. Un grupo que agradece lo que reciben de ella y que quieren devolverle un poquito de lo que les llega, poniendo su tiempo, sus ganas, su pasión, en hacer algo, porque como dijo alguien: "No hacer nada, ya es hacer algo".
En un planeta herido, desvastado, me resulta imposible cruzar los brazos. No hace falta hacer grandes cosas, tan sólo informándose todo puede mejorar, es tan fácil como cambiar algunos hábitos o no meter ciertos productos en la cesta de la compra.
Fotos: Kevin Robinson. Thank you!!

Salimos al mar, de nuevo en calma aparente, como una piscina. Ausencia de olas, frío, calor, agua...paciencia, que es la madre de la ciencia ¡y nunca mejor dicho!.

Costa arriba, costa abajo, buscando movimientos cetáceos. Con la esperanza arraigada en nuestros corazones.

Salimos al mar, ignorando que ese día nos tenía preparado un regalazo, de esos que sientes en el alma, que no sabes como describir porque no se conocen palabras para las sensaciones. Un regalo de esos que hacen que te sientas en deuda por el privilegio que supone recibirlo.
Arriba podeis ver uno de los aparatos que utilizábamos para escuchar las conversaciones de los delfines bajo agua. Esa es una de las cosas más indescriptibles que he tenido la oportunidad de vivir.

La atención de todos estaba concentrada en el horizonte. Mirando a todos los puntos, atentos a cualquier movimiento de las aguas del norte.

Primera parte del día con resultado negativo. Acudimos a uno de los puertos a comer, a descansar, antes de continuar con la búsqueda.

A mi me gustaba sentarme en una esquinita de un pequeño faro, a ver la vida pasar por las calles de los pueblecitos costeros, porque eso me permitía observar cómo conviven con el mar, de qué manera el mar les condiciona la vida, los hábitos y hasta los momentos de diversión.

Mientras, algunos, disfrutaban del descanso y aprovechaban para dejarse arrastrar al mundo de los sueños con una pequeña siestecita.

La lancha quedaba estacionada en un aparcamiento para las visitas que existe en todos los puertos. Las escaleritas para subir a tierra firme ponían a prueba, cada vez, mi vértigo y mis habilidades para escalar con cierto estilo que el tiempo fue perfeccionando.

Continuamos y fue en ese momento cuando vivimos, para mí, uno de los mejores días de salida al mar.

Cerca de la costa, empezaron a aparecer delfines. Delfines haciendo piruetas, aunque en realidad, estaban pescando. Saltaban, por todas partes, pasaban por debajo de la barca. Nos hicieron poner en pie, exclamar, alucinados como nos dejaron, en varias ocasiones.

Kevin comenzó el recuento y no dejaba de decir números mientras Janet y Sirkka apuntaban en la libreta.

Los delfines iban, venían, hacían un ruido tremendo al dejar caer el peso de sus cuerpos sobre el agua. De cerca, eran enormes, y estaban por todas partes.

Para indicar el lugar de avistamiento, imagínabamos que la lancha era el centro de un reloj, así que, cuando alguien veía movimiento, lo indicaba dando una hora como referencia.

Kevin llevaba contados 43 delfines, jugando, comiendo, saltando, cuando Gena dijo con voz temblorosa por la emoción: Minke whale at three o´clock!!!

Un gigante del mar, una ballena, un rorcual blanco, en inglés "Minke whales". Allí, sucedió algo que Kevin nos dijo que no era habitual y le dejó perplejo. Los delfines estaban interaccionando con la ballena.
Lo que vivimos ese día en la lancha, simplemente, se tiene que vivir para entenderlo, pero os puedo decir que fue emocionantísimo. Kevin no daba abasto con el recuento del delfines, y cuando apareció la ballena, a la que tomar una foto fue imposible, aquello fue una locura. Nos dedicamos a seguirla. Teniendo en cuenta que pueden estar hasta 20 minutos bajo el agua, cuando salía a respirar nos ponía a todos la adrenalina a tope, sobre todo porque aparecía en los lugares más insospechados.

Todo el mundo decía horas, a las seis en punto, delfines, a las ocho, ballena...no dábamos abasto. El sonido de la Minke al respirar es increíble, así como las formas que dibuja en el agua al sumergirse.
Mientras, los delfines que pasaron a un segundo plano con la aparición de la ballena, no dejaban de "hablar". No sabeis lo que daría yo por entender lo que se decían...
En la foto podeis ver a Pedro escuchándolos.

Y lo mejor, para mí, fue cuando Kevin descubrió un delfín recien nacido, pero eso se merece un post.
No sé cuánto tiempo estuvimos en alerta, sin dar abasto con tanta vida manifestándose a nuestro alrededor, sólo sé que fue uno de los mejores momentos que viví en este viaje, y también uno de los que más me han emocionado en mi vida.
Perdimos de vista a la ballena, desaparecieron los delfines y volvimos con una sonrisa de oreja a oreja a Gardenstown. No podíamos ni hablar, sólo estábamos completamente llenos, desbordados diría yo, con tantas emociones como nos llevábamos a casa.

Isabel descubrió un lugar donde por 3 libras te servían una sopa y postre. Fuimos y resultó ser una comunidad religiosa, que daba un poco de miedo al principio, pero donde nos trataron de maravilla y sin hablarnos de Dios. Fue otra experiencia divertida y curiosa, distinta a las emociones del mar, pero no por ello, menos interesante.

Por la tarde, nos trasladamos al castillo de Banff donde Kevin dió una interesante conferencia. Cuando terminó, entre cinco personas no eramos capaces de doblar la mesa. La foto sale borrosa porque fue tomada al final, cuando nos dimos cuenta de que tantos individuos rodeando a la mesa en cuestión, durante tanto tiempo, no era normal y decidimos inmortalizar el momento con una imagen, que fue tomada deprisa y corriendo justo en el momento en que estábamos solucionando el problemilla.

6 comentarios:

Aniwiki dijo...

Ostras Lorena, qué emoción. Las fotos son una pasada, y muestran la felicidad en los rostros.
Un abrazo bien fuerte!

Lorena dijo...

Aniwiki: La verdad es que no puedo más que decir que ha sido una pasada, así que ya ves, era fácil sonreir... Besitos guapa!!, me alegra que lo disfrutes.

Lorena Renau dijo...

Expresas tan bien la emoción que yo también he sentido por un instante la adrenalina de la que hablas...el mar me da miedo, y mucho, seguro que por lo desconocido que es...me he imaginado encima de esa barca y ufff, qué emoción! Esperaré el próximo post...

Lorena dijo...

Lorena: No creo que te de más miedo que a mi, pero mira, me lanzo y que sea lo que tenga que ser, ahora que me quiten lo "bailao"...

Lorena Renau dijo...

Qué valiente, yo creo que no podría aunque todo es ponerse. Besets.

Lorena dijo...

Lorena: No se puede ser valiente sin tener miedo antes, así que a leer la frase esa que encabeza mi blog y a aplicarla. Besines!!