lunes, 29 de agosto de 2011

PORTREE.


El siguiente destino fue la isla de Skye, y antes de atravesar el puente que da acceso a la isla, supe que el lugar me iba a impresionar. Tenía una luz especial, y los contrastes del manto verde que cubren las montañas con el azul del mar, resultan espectaculares y le dan una merecida fama.

Si alguien va a Skye pensando que va a encontrar bosques, que no vaya. Es una región con bastas extensiones de terreno, poco habitada, llena de pastos y con impresionantes acantilados, pero su encanto radica en toda esa combinación de elementos que la hacen única. Los paisajes son muy peculiares, bucólicos, alucinantes. Son el resultado de una turbulenta evolución geológica, y eso hace que las imágenes que desfilan por la retina sean variadas y espectaculares.

En esta isla nunca te encuentras a más de 8 kilómetros del mar. Es habitual que se crucen las ovejas en la carretera y se quedan tan panchas comiendo hasta que deciden que es suficiente y se dignan a dejarte pasar. Tiene un puntito muy rural, muy rústico y esa combinación con la cuidada línea de las casas hace que sea perfecto.

Y entonces, llegas a Portree, se te abre la puerta a un paraíso y comienza ahí, en la capital de la isla, que tiene una población chiquita de unos 2600 habitantes. Su puerto, rodeado de acantilados, se conoce como puerto del rey, y la ciudad debe su nombre a la visita de Jacobo V en el año 1540.

Portree es pequeña, como un pueblito, con callejuelas encantadoras, casitas de colores, con tiendecitas preciosas y muchos restaurantes. Allí hay una iglesia en la calle principal que está en venta y es la que nos vamos a comprar Pedro y yo si nos toca la lotería. Ya la tenemos diseñada, decorada y hasta le hemos puesto el nombre, se llamará "Twisty 523", y para completar los planes, tenemos pensado hasta cual será nuestro trabajo cuando nos mudemos a vivir a Skye, jajajaja. Soñar es gratis y disfrutamos mucho durante nuestro paseo de eso mismo, de dibujar el futuro que nos gustaría a los dos. Si existe la ley de la atracción, ¿quién sabe?.

Nos tomamos nuestro ratito para pasear y saborear los rincones hasta que llegamos a una torre que marcaba el comienzo de un parque. Estaba semiabandonada, pero se podía subir y disfrutar de unas vistas preciosas sobre el puerto y sobre el mar que lo rodea.

Lo mejor de conocer sitios nuevos, es que te abres paso entre caras desconocidas. No te sientes sola, pero si lo piensas, lo estás, y esa sensación tiene un no sé qué que engancha. Así que, cogida de la mano de Pedro, abrí nuevos caminos por las inmediaciones de Portree, y me senté junto a un precipicio cuyo final daba a una zona rocosa que se sumergía en el agua del mar.

Me gustan los precipicios porque muchas veces la vida te coloca en ellos, así que está bien cuando eliges colocarte tu misma y nadie decide por ti. Estás junto a un abismo, unas veces más grande que otras, pero aún pisas suelo firme y eso te hace sentir, todavía, algo de seguridad. Sin embargo, te encuentras en un punto donde todo y nada depende de ti, sobre todo si te colocan, si el destino te pone en la tesitura de saltar o quedarte ahí a esperar, o mejor, a aceptar.

Era un lugar alto y sin protecciones, si asomabas la cabeza impresionaba, como mucho sacabas un pie fuera, pero tenía una buena panorámica, así que nos sentamos allí un rato a disfrutar de la música del mar, y de su aroma a sal.

Por último, regresamos hasta el camping paseando. Estaba en las afueras de Portree, pero se podía ir hasta allí andando. Abajo podeis ver el lugar donde amanecí, y de donde salimos para seguir investigando la isla.


domingo, 28 de agosto de 2011

BUSCANDO EL NORTE UNA VEZ MÁS.


El destino de este viaje es el norte como era de esperar, pero hasta llegar al proyecto medioambiental que elegimos, queríamos ver una zona muy concreta de Escocia, eso os lo contaré proximamente, ahora os voy a explicar un poco las fotos.

Tanto laimagen de arriba, como la de abajo, están tomadas en el lago katrine. Llegamos hasta allí paseando bajo la lluvia por una carretera de poco tránsito con extensa vegetación a ambos lados y sin arcén, un poco aventurero, pero quisimos hacerlo así para disfrutar más de la belleza de este lugar. Es una zona turística, donde van a parar los autobuses de los viajes organizados para montar a los viajeros en un barco que les da un paseo por el lago.

Nosotros fuimos a tomr un café, sin más, y fue muy agradable disfrutarlo mientras veíamos llover a través de los enormes ventanales del restaurante. Para quien vaya y tenga interés en visitar este sitio, en el mismo lugar te alquilan bicis y puedes dar la vuelta al lago pedaleando si lo preferís al paseo en barco, que es bastante más contaminante.

La imagen de arriba es donde comimos, restaurante cinco tenedores con vistas exclusivas en primera línea y en un reservado donde la intimidad estuvo más que garantizada. Para llegar hasta allí, me puse de barro hasta las orejas, pero fue divertido y sin lugar a dudas, mereció la pena.

Esa noche la pasamos en la región del parque natural, y a la mañana siguiente salimos rumbo a un lugar que estaba loca por conocer, pero ya os lo iré contando. Para llegar hasta allí, se tiene que subir hacía el noroeste, y en el trayecto nos cruzamos con el enorme cartel de "Welcome to Highlands", las tierras altas de Escocia. No puedo poner ninguna foto del lugar donde se anunciaba la región porque parar allí estaba complicado, sólo os diré que si un día regreso, será parada obligatoria unos cuantos días, porque los paisajes eran un sueño, no los puedo describir pero si puedo afirmar que me enamoraron.

Entendí porqué hay numerosas novelas románticas ambientadas en las Highlands, es un lugar que te inspira romances, poemas, todo lo que envuelve la belleza.

Bueno, y ahí estamos recuperando fuerzas en un pub. Si vais a Reino Unido, comer en ellos, son los mejores lugares, comida casera en cantidad y muy bien de precio. Nosotros nos hicimos clientes habituales, nos encantaba además el ambiente. Fue la última parada antes de adentrarnos en una isla que estaba emperrada en visitar.

sábado, 27 de agosto de 2011

BEN A´AN HILL.


Subir es un alimento para el alma, porque mientras subes, descubres, aprendes, creces y en muchas ocasiones, sientes vértigo, y hasta eso te enriquece.
Las cosas no suceden por casualidad, y creo que cuando nos encontramos en nuestro camino la colina Ben A´an fue porque recibimos un regalo. Decidimos subir sus 460 metros, sin ni siquiera sospechar el increíble paisaje que nos encontramos arriba.

Atravesamos bosques repletos de arroyos, helechos y árboles tan altos que te hacían sentir chiquitita. No se veía el final del sendero a pesar de que llevábamos bastante rato caminando, pero continuamos, porque rendirse hubiera albergado para siempre una duda en nuestro interior sobre aquello que no vimos y por lo tanto perdimos.

Y conforme se elevaba la altura se comenzaba a intuir el paraíso.
Subir no siempre es fácil, supone un esfuerzo y la constancia juega un papel importante durante todo el recorrido hasta la cima, pero creo que es el mejor modo de vivir en el presente, porque la mente se mantiene libre de pensamientos que te atropellan. Centrada en no olvidar respirar y en cada paso que das, te sientes viva, enérgica, te revitalizas, a pesar de estar consumiendo recursos salen a flote sensaciones que tan sólo puedes alcanzar en lugares así, que te recuerdan cada segundo que debes agradecer la oportunidad de mezclarte con un paisaje tan espectacular.

Arriba podeis ver uno de los arroyos que se abren paso en la montaña. Agua pura, dulce y clara en la que metíamos las manos para disfrutar de su frescor y contagiarnos de su fuerza en el camino. Me gusta sentir como corre entre los dedos, y se escapa sin que la puedas atrapar. Como te manda el mensaje de que pase lo que pase, debes continuar, porque todo sigue, y anclarse en el pasado o en sentimientos negativos no impedirá que el tiempo siga girando en las agujas del reloj, sólo hará que lo pierdas sin haberlo disfrutado.

¿Veis lo pequeñita que era comparada con los árboles?, es bueno este recordatorio de humildad, somos frágiles, microscópicos, como una mota de polvo en el universo. Abajo, el momento pasión de haber conseguido llegar a lo más alto. Es fácil comprender cuando ves lo que te rodea, que este lugar fuera la fuente de inspiración de muchos poetas.

Cuando miras desde arriba te sientes en pleno vuelo, como el águila real o el halcón peregrino que habitan estas regiones. Allí estaba, casi rozando las nubes, ojo avizor, muda de palabras, llena de sensaciones, ocupada tan solo en disfrutar.

Rodeada de lagos luminosos y montañas abruptas, me senté en el pico más alto con cuidado de que un resbalón no me enviara de nuevo abajo, y allí me quedé no sé cuanto rato, porque en un lugar así, los relojes deben estar prohibidos por nosotros mismos, también los teléfonos móviles, todo aquello que pueda distraer nuestra atención del placer de contemplar el mundo bajo tus pies.

Tanto Pedro como yo, pensamos que Escocia empezaba a hacer la competencia a nuestro país preferido, Noruega. Las comparaciones son odiosas, pero no pudimos evitar recordar que aquello era muy parecido al Preikestolen con el fiordo de los sueños rodeándolo, y fue un subidón encontrar un sitio que nos trasladara mentalmente hasta el púlpito, pocas veces nos ha sucedido y por eso podeis vernos tan sonrientes.

No sé cuanto fue que estuvimos allí sentados, lo suficiente para recargarnos, fue de alguna manera un renacer, un soltar, una relajación, un no pensar, una auténtica clase magistral de yoga.

Muchas veces, la vida es un auténtico caos que nos arrastra, nos incita a correr, nos bloquea, nos monta en una montaña rusa que viaja a gran velocidad y que no sabemos como parar. Nos amurallamos a nosotros mismos para no sufrir, para no mirar de frente lo real, nos empequeñecemos, a veces nos encogemos, para que nada nos afecte, sin atrevernos a saltar. Cuando decides levantarte tras una caída, coges carrerilla y vuelas sobre los obstáculos, y es en ese momento, cuando descubres que tras los muros hay vistas alucinantes, que las estabas dejando escapar porque el miedo se había mezclado con tu sangre dejándote paralizada. Así me sentí yo en las alturas, libre de muchas sensaciones inquietantes y repleta de luz.

No tuvimos el placer de ver muchas aves, eso nos llamó la atención porque Escocia tiene fama de ser un paraíso para los ornitólogos. Quizás es que prefieren volar por otros parajes, quizás es que no hay tantas como anuncian o quizás tienen horarios distintos a los nuestros, bebés que cuidar o ramas donde acomodarse para dormir la siesta, pero hubiera sido perfecto ver el vuelo lento y minucioso del águila real. Echamos en falta eso. Nada es perfecto, aunque la imperfección es precisamente lo que te mantiene alerta, lo que hace que no pierdas la esperanza y tu atención se intensifique.

La foto de arriba es mi preferida en este viaje, la recompensa, el premio por haber subido paso a paso la colina. Un regalo de la montaña.

La verdad es que fue un respiro, estar solos disfrutando de los paisajes. Empezábamos a necesitar la fusión con la naturaleza después de tantos días recorriendo pueblos y ciudades, algunas demasiado turísticas para nuestro gusto. El asfalto "quema" a algunas personas más que a otras. Cuando estaba sentada en Ben A´an, me di cuenta de que sentía mi corazón y mi alma presentes, despiertas, ausentes del adormilamiento de la anestesia que las arterias de la civilización te contagian.

La libertad se siente cuando te desenredas de la maraña de hilos con los que tú misma te atas. Cuando te liberas del miedo al dolor, del miedo al fracaso, del miedo a perder, del miedo a ganar, del miedo al rechazo o a lo desconocido. La libertad se siente cuando te superas pese a estar asustada, cuando sigues mirando al frente sin bajar la vista, cuando los pasos no se paran y caminas. La libertad es cuando nos permitimos equivocarnos y tenemos la piedad suficiente para perdonarnos, y no sólo eso, sino que entendemos que, precisamente el error, es quien nos permite crecer, aprender, completarnos.

Pero, ¿por qué ese empeño por crecer?. Crecer nos hace cambiar y eso siempre tiene un precio elevado. No es posible avanzar sin dejar cosas por el camino, y tampoco es fácil hacer la selección, mantener la chispita infantil viva.

Fluir, como los ríos, que me gustan tanto porque me ponen en mi sitio con un sólo vistazo, me reorganizo. Dicen que vivamos el ahora, y se nos pasa en un abrir y cerrar de ojos mientras andamos entretenidos con proyectos o recuerdos. Por eso, de vez en cuando es bueno perderse en el pecho cálido de la madre naturaleza, dejar que te arrulle, que te abrace, que te acune, que te relaje. Dejarte llevar por la corriente de la vida.

Cuando me siento perdida, busco el corazón, el centro de todo, el lugar al que pertenezco, al que pertenecemos. Allí, todo se recoloca y cuando vuelves a la rutina, el regreso es brillante porque has recuperado la fuerza y la energía que perdiste. Te dices a ti misma que suficiente es suficiente, y al menos durante un tiempo no permites que llueva sobre tu cabeza.

Hay un monólogo de Anatomía de Grey que me gustó mucho y estos paisajes me inspiraban el recuerdo: "Debemos cometer nuestros propios errores, debemos aprender nuestras propias lecciones, debemos dejar las posibilidades de hoy bajo la alfombra del mañana hasta que no podamos mas, hasta que comprendamos por fin lo que Benjamín Franklin quería decir, que es mejor saber que preguntarse, que despertar es mejor que dormir y que fracasar o cometer un error enorme es mucho mejor que no haberlo intentado". Pues eso es lo que saqué en claro yo de mi excursión en las montañas. Muy instructiva como podeis ver.

La colina está ubicada en el parque nacional del lago Lomon y las Trossach, una cadena montañosa. Se conoce esta zona como "la tierra romántica y encantada", a la vista está.

Para terminar, porque creo que en esta ocasión una imagen vale más que mil palabras, os dejo unas fotitos para que veais lo contenta que estaba al borde de un precipicio donde me encontré de golpe y porrazo conmigo misma, latente, con mas ganas que nunca de salir ahí fuera y ponerme el mundo por montera.

viernes, 26 de agosto de 2011

AVENTURAS EN EL PARQUE NACIONAL DEL LAGO LOMON Y LAS TROSSACH.


Al llegar a esta región entendimos de inmediato porque Escocia tiene fama de paisajes preciosos. Mañana podreis ver un ejemplo. En la foto de abajo, están nuestras vecinas, que son un lujo y un privilegio, ahora os cuento porqué.
Cuando llegamos al camping nos llamó mucho la atención que los dueños del mismo tenían la recepción en el salón de su casa. Para acceder a tan original "oficina", primero tuvimos que pasar por la cocina, y después, con la mesa dispuesta para la cena, nos rellenaron la factura con un precio que nos pareció muy barato para dos noches. La mujer era la guardiana del tesoro y el marido el acomodador, así que nos fuimos con él hasta el lugar donde teníamos que montar el chalecito. En esas estábamos cuando nos dimos cuenta de que la mujer se había equivocado y nos había cobrado sólo una noche en vez de dos. Pedro, muy honrado él, fue a pagar lo que faltaba. Se pusieron tan contentos que nos cambiaron de ubicación y nos dieron el mejor sitio, apartados del mundanal ruido de otros vecinos más ruidosos que las ovejitas, así que ya veis, hay que ser bueno que, a veces, tiene premio.

Arriba la mansión de los Trapp. Como dice Carlos, el hotel de las mil estrellas. Con hilo musical de sonidos zen: la brisa que movía las ramas de los árboles, algún pajarito cantando y los dulces beeeeeeeeee, beeeeeeee...

Cuando viajas a otros lugares, te impregnas de su cultura, de su gente, sus aromas, sus sabores, sus paisajes, algo de todo eso se queda en ti, guardado en el recuerdo, también en el corazón. No es lo que se ve, sino lo que no se ve. Cuando vuelves de un viaje lo que te traes no cabe en la maleta, el mejor souvenir no pesa nada y, sin embargo, es todo un mundo.
En la foto de arriba podeis verme luciendo la boina escocesa de la que os hablé en otro post, dedicada al arte de hacer pompas de jabón. Burbujas que me recuerdan mi propia burbuja, la que todos nos creamos para protegernos, para sentir una falsa seguridad, una burbuja frágil que nos rodea, envuelve y que contiene todo lo que es importante en nuestra vida. La que te hace sentir desnuda si explota bruscamente o si la hacen explotar. Por eso, a veces, o siempre, hay que hacer caso al amigo Bruce Lee y ser como el agua, adaptarte, hacer burbujas pero para disfrutarlas, no para que te resguarden.

Me advirtieron, me dijeron que jamás olvidaria un nombre: Midgie. Se cumplió la predicción, porque no los olvido, no. Se encuentran sobre todo en la parte oeste de Escocia, y más al norte que al sur. Son como mosquitos, pero no se parecen, minúsculos, como pequeñas hormigas con forma de mosca, no sé, el caso es que el tamaño no importa, y si te muerde un midgie sabes perfectamente que te ha mordido, y si les gustas mucho, como es mi caso, que les chiflé, entonces, mientras juegas al Scrabble con tu marido, das saltitos diciendo: "ays, uy, aaaahh...". Pedro me miraba diciéndome que no podía ser para tanto, y sin lugar a dudas, eso lo decía porque él no está tan apetitoso como yo y desconoce la furiosa naturaleza de un midgie hambriento. Por eso tanta protección, todo es poco frente a un midgie.

Antes de montar la suite nupcial, hay que elegir el mejor lugar y eso se hace previa prueba de la "cama". Pedro era el primero y si no estaba muy seguro, insistía para que yo diera el visto bueno. Así que, ya nos podeis imaginar a los dos tumbados, mirando el cielo y probando el colchón. Muy delicados, como aquel cuento de los cien colchones, un guisante y la incomodidad que sólo podía sentir una verdadera princesa.



jueves, 25 de agosto de 2011

MONUMENTO A WILLIAN WALLACE.


Subimos a lo más alto, para acercarnos a las nubes, para disfrutar del paisaje y para rendir homenaje al héroe de Escocia, movidos por un sentimiento fugaz de patriotismo, solidarizándonos con los castigados norteños, continuamente luchando para evitar ser invadidos por los ingleses. Porque nos parece que es muy duro que no te dejen ser tú mismo, y del mismo modo debe de ser agotador que tus vecinos se quieran quedar con tu casa y pretenda anular tus costumbres.

William Wallace es conocido por todos gracias a la película Braveheart, y en Escocia es lo más, por eso, muy cerca de Stirling en cuyo puente ganó la batalla contra la ocupación inglesa que le hizo famoso, está el monumento que lleva su nombre, una torre que se construyó gracias a una campaña de recaudación de fondos.

El monumento en sí nos atrajo por su ubicación, en la cima del monte Abbey Craig. Para llegar hasta allí se puede subir andando a través de un bosque, opción que elegimos, o bien usar el minibus que hace el recorrido y que va incluido en las entradas.

Para acceder hasta la parte más alta de la torre, se tienen que subir 246 escalones por unas estrechas escaleras de caracol no aptas para claustrofóbicos. En la subida hay dos salas dedicadas a la figura de Willian, donde también se exponen objetos que dicen pertenecieron a él, entre ellos la espada de 1,67 metros de larga, y es que eran muy grandotes por aquel entonces.

Llegar a la terraza de arriba impresiona, por la altura y por las vistas increibles de todo el contorno. Venciendo el vértigo y el hormigueo que sentía, hice un esfuercito por asomarme.

Mi momento mágico fue cuando tuve la ocasión de quedarme sola, allá en lo alto. Era la hora de cerrar la torre, sonó una alarma que avisaba de que había que empezar a desalojar el edificio, así que, aprovechando que Pedro se había ido por delante junto con el resto de personas, me quedé allí, sintiendo por un momento la serenidad de no sentir, que es paradójicamente cuando se siente todo, un lio. Me quedé tan solo disfrutando de lo que me rodeaba, y en ese momento, por un instante, me pareció que en el mundo no había nadie más que yo, hasta que volvió a sonar la alarma y bajé como una moto las estrechas escaleras de caracol, no fuera que por soñar despierta terminara encerrada con el espíritu de Wallace, que si está, seguro que deambula por su monumento como Pedro por su casa.

Volviendo al Sr.Willian Wallace os contaré algo más sobre su vida, porque al fin y al cabo, el lugar se ha construido en su honor. Nació allá por 1270, aunque no se conoce con certeza la población, hay disputas en cuanto a esto, pero se cree que fue en Elderslie.
Hablaba francés, latín, gaélico e inglés, gracias a que fue internado durante un tiempo en una abadía en la que residía su tío paterno.

En 1297 arrasó por completo al ejército inglés, pero en 1298 los escoceses fueron desvastados por los ingleses y él logró huir de los intentos de capturarlo hasta 1305.

Un tal John Menteith fue el que lo delató y le condujo a una muerte atroz. Lo desnudaron, lo arrastraron atado de los talones a un caballo desde Westminster a Smithfield. Fue ahorcado a una altura que no fuera suficiente para romperle el cuello, descolgado antes de que se ahogase, castrado, le sacaron las vísceras y quemaron sus intestinos delante de él, para terminar decapitado y descuartizado. La cabeza fue exhibida sobre el puente de Londres sumergida en alquitrán, vamos que, con esto quiero decir que John Menteith se cubrió de gloria y por eso se le conoce como False Menteith.

Espero no haber herido la sensibilidad de nadie describiendo la muerte de este señor, pero creo que se tiene que saber, porque para eso se molestó alguien en escribirlo en los libros de historia.

La enorme espada de la que os he hablado antes.

Y por último, el empalagoso pastel que me metí en el cuerpo antes de subir la colina. Está hecho con galleta, caramelo y chocolate, pero para mi gusto es demasiado dulce, aunque allí es muy típico este tipo de pastel, se encuentra en todas las cafeterías, restaurantes y hasta lo venden en las tiendas con forma de caramelos.