lunes, 22 de agosto de 2011

EL CASTILLO DE EDIMBURGO.


Robert Louis Stevenson dijo que Edimburgo es "lo que Paris debería ser". Bueno, que me perdone el Sr. Stevenson pero si Paris fuera como Edimburgo, ya no sería Paris, aunque no me cabe la menor duda de que es una de las ciudades más especiales que me he encontrado. No sé si diria bonita, yo la definiria como indefinible, de sentidos, donde se ponen en estado de alerta las sensaciones. Me pareció una ciudad de contrastes, gris y al mismo tiempo coloreada. Me transmitió un no sé qué, un vuelco en el alma, que como no sé que es, no puedo describirlo.

Allá en lo alto, dominando la ciudad, erguido sobre el corazón extinto de un volcán, está el castillo, con edificios que se mantienen en pie desde el siglo XII. Tiene unas vistas increibles sobre la ciudad. Se trata de una fortaleza normanda con sus cañones, capillas, historias de reyes y reinas, museos, mazmorras y todo eso que hace que un castillo sea castillo.

Ahora os voy a dar un consejo muy importante. Si alguna vez vais a visitar este castillo y se os ocurre sacar las entradas por internet, tener en cuenta que la página os pondrá de manera automática la hora de la visita a las 9:30h. Eso significa, que si llegais a las doce, ¡igualmente podeis entrar!, os pasarán una máquina por el código de barras y ya. Os cuento esto porque Pedro y yo, convencidos de que a las nueve y media era nuestra hora de entrada, llegamos tarde, y ¿qué hicimos?, escalar la colina, montaña a través, por todos los sitios prohibidos, saltando vallas, y haciendo caso omiso de las señales que decían que por ahí no subieras al castillo salvo en el caso de que fueras una cabra. Un espectáculo para nada, para quedarnos con cara de idiotas cuando llegamos y aquello era casa Pepe.

Quien visite el castillo, que no espere encontrar palacios amueblados como antaño ni nada por el estilo. Podeis aprender mucho en sus museos de guerras y militares, sobre la historia de Escocia, siempre envuelta en batallas, siempre codiciada por Inglaterra. Vivir allí debió de ser durante siglos un sinvivir.

Muchos prisioneros pasaron sus días en la oscuridad de las mazmorras del castillo durante las guerras con Francia en los siglos XVIII y XIX. Hay puertas marcadas con inscripciones y mensajes de estos pobres desgraciados que durante meses estuvieron allí encerrados, hacinados, aunque me llamó la atención la alimentación que les ofrecían, y que tenían juegos para pasar las largas horas de cautiverio.

A mi me chifla la novela histórica, así que cuando vi que había un palacio del siglo XV que se podía visitar, donde María, reina de Escocia, dió a luz a su hijo Jacobo VI, estaba emocionada, deseando guardarlo para el final como todo lo bueno, y así degustar la espera hasta el momento de atravesar sus puertas y adentrarme en el pasado y en la vida de la reina Estuardo que, en mi opinión, tiene una de las historias más apasionantes.

Y me quedé plof, porque había que echarle mucha imaginación, y lo hice, pero supuso un enorme esfuerzo. Me inspiró más la parte exterior del palacio que sus habitaciones "requeterestauradas". Aunque algo "vi" porque tengo facilidad para dibujar imágenes en mi mente, y no con poco esfuerzo imaginé a la reina en aquella pequeña habitación pegada al salón dando a luz a su hijo, rodeada de doncellas con paños de agua caliente, con el pelo rojo, largo y suelto, sudorosa y dando berridos.

El castillo también tiene la piedra del destino,algo muy importante para los escoceses, porque la robó en el año 1296 Edward I para colocarla en la abadía de Westminster en Londres. Esta piedra se pone debajo de las ceremonias de coronación y en el año 1996 el gobierno británico la devolvió a Escocia. Yo vi una piedra, pero los escoceses ven todo un símbolo, de hecho la tienen metida en una urna de cristal, con alarma y vigilante, no la vuelvan a robar. La piedra es una piedra normal, pero en realidad no lo es, es la piedra de Scone, toda una reliquia a estas alturas, después de cientos de años paseándose por el mundo de las manos reales.

En el castillo hay continuamente exhibiciones de actores que ofrecen batallitas a los turistas curiosos que disfruten de verlas. También disparan cañonazos estruendosos y, de vez en cuando, te regalan algo que a mi me gusta mucho, el cantar de una gaita, que chilla, que rompe todo resquicio de silencio que pueda flotar en el aire, te invade el terreno del alma, te inunda el sonido de tal forma que se te ponen los pelos de punta, y te metes en cada nota, y si quieres, vuelas. Las gaitas me parecen magia potagia.

¿Y quién se resiste a hacerse una foto con un señor que lleva falda?. Allí tienen fama entre las mujeres porque los encuentran irresistibles cuando lucen "kilt". Yo creo que parte del morbo radica en que cuentan que debajo de la falda no hay nada que esconda sus encantos. Esperé un golpe de viento o de suerte para salir de dudas, pero con ella he regresado, ni idea de si sí, o si no...

Aparte de los museos, en uno de los edificios, hay un memorial, un monumento a todos los escoceses caídos en las guerras. A mi me aplastó un poco, me dejó medio marchita ese lugar abrumador, repleto de libros al alcance de la mano, donde te paras dos segundos y te asaltan un millón de preguntas, donde entiendes lo absurdo de las guerras cuando los nombres de miles de jovencitos se amontonan junto a una descripción detallada de dónde y cómo murieron. Los héroes caídos e identificados, y los no identificados. Cartas escritas la noche antes de perder la vida a sus seres queridos que las recibieron semanas después de conocer que ya no estaban en el mundo. Me paraliza eso, me pone en situación, en el miedo, en los sueños que se quedaron en suspenso, en la pesadilla de vivir rodeado de bombas, de sangre y de muertos, y a pesar de todo eso, seguir querer viviendo.

Así que, al salir del monumento a los caídos, respiras de nuevo, porque allí dentro se te olvida. Ayudan mucho las vistas que rodean al castillo, y para que el post termine con un poco de alegría, os dejo un par de fotos de Edimburgo desde lo alto.



6 comentarios:

Silvia - Desenredando el hilo rojo dijo...

Totalmente de acuerdo contigo. Edimburgo es especial, tiene un no sé qué. ¿Vistes la tienda de Navidad que hay en la Royal Mile? Aysss, preciosa calle.
PD. Para mí París... siempre será París. Y no sé por qué pero es la ciudad que más he visitado en mi vida.

Lorena dijo...

Silvia: Eso, un no sé qué...la tienda de navidad la vi pero no entré porque ya he cubierto el cupo de adornos navideños en mi árbol.
Quizás en vidas anteriores fueras parisina...jajajaja, ¿quién sabe?

Aniwiki dijo...

:) Qué recuerdos, estuvimos hace unos años y lo pasamos genial por allí, me ha hecho recordar todos los paisajes tan bonitos y verdes que hay por esas zonas.
Besiwikis!

Lorena dijo...

Aniwiki: Me alegra saber que te trae buenos recuerdos. A mi me gustó mucho, sobre todo el norte. Besiwikis.

Paulittta dijo...

Me encantó! Estuvimos la pascua pasada y ya tengo ganas de volver, que preciosidad de castillo. Recuerdo que hacía un frio pelon!! Es un castillo precioso pero me quedé muy tocada con las celdas, que horror!!

bessiss

Lorena dijo...

Paulitta: Edimburgo es, todo en sí, muy romántico. A mi también me gustó mucho. Besotes!