martes, 23 de agosto de 2011

EDIMBURGO.


Podría ocupar varios post hablando de la visita a la segunda ciudad mas grande de Escocia. No me ha resultado fácil seleccionar fotos de entre las cientos que hice, se quedan muchas sin ver la luz, pero ponerlas todas es imposible, así que os invito a un paseo por las preciosas calles de Edimburgo.

Estuvimos dos días en Edimburgo y hubieramos podido perfectamente estar tres más y seguir visitando museos, rincones, casas de antaño, la variedad es mucha y el tiempo pasa rápido. Nosotros hicimos una lista con un orden de prioridades, pero hemos de volver porque nos dejamos sin visitar un par de museos muy interesantes. Nos gusta ver las cosas paladeándolas, sin prisa, disfrutando cada esquina, sentándonos a tomar un café o a ver pasar la vida en una plaza, y si se queda media ciudad sin recibir nuestra visita, entonces siempre nos decimos: "para cuando volvamos", es la excusa perfecta para regresar otra vez.

Podemos dividir la ciudad en dos partes: The Old town y The new town, la parte vieja no tiene desperdicio, la nueva es más comercial. La parte antigua me hizo entender porque algunos llaman a esta ciudad Auld Reekie, que significa vieja chimenea o vieja humeante, ya que hubo un tiempo en que la leña y el carbón eran los únicos combustibles disponibles, así que el humo salía en grandes cantidades y la ciudad era óscura, estaba contaminada y sucia. De este momento de la historia nos dió una idea la visita que hicimos a una antigua casa escocesa donde nos mostraron los W.C de antaño, cuyo contenido se tiraba íntegro por la ventana, pasara quien pasara por debajo.

Dicen los lugareños que en Edimburgo se viven en un solo día las cuatro estaciones, doy fe, pero aún así, tuvimos suerte con el tiempo y eso nos permitió dar largos paseos, subiendo en uno de ellos hasta la colina de Calton Hill donde alguien tuvo la intención, y digo intención porque en eso se quedó por falta de dinero, de construir un partenón como monumento a los caídos en las guerras Napoleónicas. Desconcierta un poco, pero allí está, impresionantemente grande e inacabado.

El caso es que este partenón fue considerado en su día como la vergüenza de Edimburgo, y sin embargo, ahora, ya forma parte del lugar y todos le tienen mucho cariño. Junto a este gigante de columnas, hay una pequeña torre que es el observatorio de la Ciudad, diseñado en 1818 imitando la Torre de los Vientos de Atenas. Es curiosa esta colina con estos edificios singulares, junto al Nelson y el Duncan´s monument, otra prueba de la gran cantidad de guerras en las que los escoceses participaron.

Yo perdida en una maraña de edificios neoclásicos y Pedro durmiendo la siesta en lo alto del Monumento Nacional, que si nadie le da uso, siempre aparece algún avispado que se lo encuentra.

¿Veis arriba ese puntito chiquitín junto a la base de las columnas?, pues sí, Pedro en persona. Un sitio privilegiado para la cabezadita, como un emperador romano.

Mientras Pedro se perdía en el mundo de los sueños, yo aproveché para sentarme en uno de los bancos con vistas al Arthur´s seat, la montaña mágica de los celtas, un volcán apagado desde hace 350 millones de años.

Arriba, estoy sentada en uno de los bancos, numerosos y con su dedicatoria correspondiente de los jardines de Princess Street. No tienen nada que ver, pero a mi me recordaron un poco a Valencia, cosas de la mente que hace conexiones con otros lugares que, a veces, ni siquiera se parecen, pero por algún motivo te trasladan en tiempo y lugar a otros escenarios.

Y hablando de escenarios...ahí está la artista que hay en mi dando rienda suelta a todo mi salero interior en el Open Air Theatre.

Callejeamos, curioseamos, perdimos la mirada en escaparates repletos de souvenirs, botellas de whisky y objetos inútiles, estratégicamente colocados, que pese a no ser necesarios si se piensa fríamente, llamaban poderosamente nuestra atención. Terminé comprándome una boina de tartán, el famoso tejido escocés, que tuve ocasión de estrenar porque, sobre todo en el norte, el tiempo acompañaba.

Estas fotos las tomé junto a la iglesia de Sant John. El cementerio se encuentra justo en pleno centro de la ciudad, con lápidas antiquísimas, muchas de ellas no se pueden ni leer. Me llamó la atención los dos botes de cerveza que veis en la foto de arriba, la convivencia entre la muerte y la vida, siempre unidas, llega hasta tal punto que en uno de los panteones alguien había construido su hogar. ¿Os imaginais dormir todas las noches en un cementerio sobre las lápidas?, pues hay personas que viven así, debe de ser durísimo, muchas veces lo pienso, sobre todo en las noches frías de invierno o cuando llueve a cántaros.

El cementerio tiene, de todos modos, su encanto, rodeado de árboles centenarios y con vistas preciosas a la colina que preside el castillo de Edimburgo.


Por si alguna vez os preguntais como se hacen los arreglos florales tan perfectos que decoran algunos jardines, ahí teneis la foto. Dos trabajan desde lo alto, colgados en la escalera, mientras que otro, de pie y desde fuera les dirige y les va indicando.

Abajo, un entramado de vías junto a la estación central de ferrocarril.



Explorando Royal Mile, la arteria principal de la parte vieja de la ciudad, nos dirigimos a visitar la Catedral de Sant Giles. Eso si, tranquilos y a pequeños pasos porque el lugar estaba repleto de artistas callejeros que te mantenían entretenido con sus espectáculos.

Para poder hacer fotos en la Catedral se tenía que pagar una libra, así que, ya que pagamos, me llevé cada rincón inmortalizado. Fue dos veces sede epicospal en el siglo XVII y aunque es irónico, desde aquí fue donde un tal John Knox dirigió la reforma escocesa centrada en el culto individual, libre de la autoridad de los obispos. Lo más bello del edificio son sus hermosas vidrieras en los ventanales y la capilla Thistle utilizada en la actualidad para los funerales de importantes personalidades de Escocia.

Algo que me llamó la atención en Edimburgo, fueron las calles abarrotadas de gente que resultaba en algunos momentos agobiante, por lo menos para nuestro gusto. También es verdad que las ciudades no nos entusiasman y somos más de zonas rurales, aunque todo tiene su momento y su encanto.


Arriba podeis ver la fachada principal de la catedral

Pedro andando por Royal Mile de 1.8 km de largo.

Os he dicho antes que es una ciudad de contrastes, con combinaciones perfectas de luz y oscuridad que la hacen única. También en los cementerios que se encuentran en pleno centro se tiene esa sensación, rodeados del silencio extraño y fúnebre de un lugar así, se contempla el movimiento de la vida en su discurrir, siguiendo su curso tras el muro.
Las tumbas de Greyfriars Kirk son de lo más curiosas, algunas enrejadas y cerradas con candado para que nadie pueda acceder a ellas.


Hay recordatorios para que los peatones no olviden mirar a la derecha, y es que es un lio hasta que te acostumbras a ver los coches circulando al revés. Yo iba mirando a todas partes varias veces seguidas hasta tener claro que no iba a morir atropellada. Imaginaros conducir por allí, nos costó un par de días acostumbrarnos, haciendo un esfuerzo consciente para no poner el "automático". Nos contaron que hay trucos como usar un anillo de conducir, que no es otra cosa que un anillo muy grande que te recuerda siempre que la izquierda es tu lugar, pero incluso así, el último día Pedro cogió una rotonda al revés, menos mal que sólo había otro vehículo en el interior que pareció comprender que un fallito lo tiene cualquiera...


Con Bobby, un ejemplo de lealtad y de amistad ya que este perro vivió durante 14 años junto a la tumba de su dueño. Un símbolo para los escoceses. Su historia me recordó al abuelo de Pedro que cuando murió, el perro que adoptó un día que salió a trabajar la tierra, no olvidó a su dueño e hizo exactamente lo mismo que Bobby, acompañar la tumba, hasta que alguien ordenó que lo tiraran al río. Investigando sobre esta historia en el pueblo, he podido averiguar que el encargado de tan cruel misión se apiadó del animal y se lo quedó.

En Greyfriars Kirk sucedieron cosas importantes para la historia de Escocia, también contiene la mejor colección de monumentos funerarios de este país de los siglos XVII y XVIII, pero todo lo que allí ocurrió se perdió en los libros, porque ahora la gente visita este lugar, principalmente, con la intención de ver la tumba de Bobby.

Arriba podeis ver un cementerio de perros que sirvieron al ejército escocés, y abajo, otro Bobby. Estaba abandonado y lo adoptaron unos militares. Durante la guerra arriesgó su vida en varias ocasiones avisando a los soldados de la presencia de artefactos explosivos. El regreso a casa fue en barco, donde un mando que desconocía su existencia lo encontró y a gritos dijo que si no aparecía el responsable de ese perro lo tiraba al mar. Fue entonces cuando cientos de militares levantaron la mano para salvar su vida, porque era de todos y para todos un compañero más.

8 comentarios:

Aniwiki dijo...

Te lo iba a decir en el otro post, si habíais visto a Bobby :) La verdad que la historia es muy bonita, en Japón también hay un perro que hizo lo mismo y ahora tiene hasta una estatua y una línea de autobuses :P
Besiwikis!

Lorena dijo...

Aniwiki: Es preciosa y triste, conozco varias parecidas pero la de Japón es una novedad. Besiwikis.

carmen dijo...

Precioso reportaje fotográfico y gráfico.

Lorena dijo...

Carmen: Gracias Carmen, ¡no sé como resumirlo más!, jajajajaja

Alicia dijo...

Qué bonita Escocia!! No he estado nunca y me apetece mucho ir, debe ser parecido a Suecia pero más meláncólico, no? Muy bonita la historia del perro, qué triste, no la conocía. Un besito

Lorena dijo...

Alicia: Pues es que yo tengo que ir a Suecia, así podré comparar. Es un sitio bonito, si, tiene algo romántico flotando en el ambiente. Besitos guapa!!

Paulittta dijo...

Ays me encanta leerte!! Me recuerda mi viaje y se me pone cara de tonta de lo bien que me lo pasé jeje
Lo del perro es muy triste y bonito a la vez, que animal tan noble!
Y lo del cementerio me ha impresionado, pobre gente, con el frio que hace, lo deben pasar fatal durmiendo en las lápidas. Espero que haya un albergue para el invierno porque con todo nevado, no se debe poder vivir a la interperie.

bessiss

Lorena dijo...

Paulitta: Gracias Paula. Debe de haber albergues, pero a veces las plazas son limitadas, debe de ser tremendo dormir a plena intemperie allí en invierno. Me alegra que te traiga recuerdos. Besines!