miércoles, 6 de julio de 2011

¡IDÓNEOS!


Pues sí, ha sonado el teléfono a las 11:53, en la pantalla aparecía un número larguísimo, he contestado y me han dado la noticía de que nuestro certificado de idoneidad ya está en marcha y que nos mandarán una carta con los papeles que faltan para hacer el expediente que viajará a nuestro país.
Me he puesto cardiaca, se me ha olvidado preguntar un montón de cosas, así que después de colgar, he vuelto a llamar, y con más calma he terminado la conversación que había dejado a mitad. Después de esto, me he sentado en una silla y me he puesto a llorar como una magdalena, ¿Por qué lloraba?, ni idea, nervios, alegría, miedo...y ahora ya ¡relax total!. A Pedro le ha pasado algo parecido pero sin llanto de por medio. Debe de ser como ver un test de embarazo positivo...y seguiremos contando.

viernes, 1 de julio de 2011

REQUENA.


En Requena, en un pequeño terreno, Pedro sueña con tener su propio bosque, y en ello llevamos trabajando hace ya unos añitos, así que de vez en cuando, nos dejamos caer por allí para ver como van creciendo nuestros árboles, algunos están desde el principio, los últimos se los han comido los conejos, culpa nuestra por no ponerles protección.

Arriba, podeis ver uno de los pinos que muy lentamente va subiendo hacía el cielo.
Abajo, dos quebrantahuesos. Digo quebrantahuesos, porque cuando estuvimos en Vallderobres, José Ramón, el buitreman, nos identificó con este ave. Nos dijo que nuestra manera de pensar, de ver el mundo en el que vivimos, nos convierte en unos románticos. Puede ser que lo seamos, porque soñamos con un mundo mejor, y si te informas un poquito las cosas no se ven de colores, por eso cree que como el quebrantahuesos somos una especie amenazada que se encuentra en grave peligro de extinción, y que además, esperaba que nos sucediera como a las parejas de este ave, que se forman al comienzo de la madurez y se mantienen durante el resto de la vida. ¡A ver si es verdad!, por lo menos suena muy bonito.

Nos llevamos al amigo Ton, que disfrutó muchísimo de la excursión. Subía, bajaba, corría para un lado y para el otro, y estiraba las orejas cuando algún conejo salía corriendo despavorido de su madriguera.

Para rematar la imagen bucólica, nos pusimos nuestros maravillosos y socorridos sombreros de paja, y ya veis lo bien que nos sientan. Los sombreros de paja me trasladan en el tiempo a mi más tierna infancia, a cuando mi abuela se colocaba uno y con la cesta de mimbre colgando del brazo se iba al Cercao, una finca donde tenía su huerta, donde empleaba todo su tiempo y su ilusión, el lugar que yo denomino "mi pequeña Tara".