miércoles, 28 de julio de 2010

LOS OJOS DEL CIELO. Teide.


Viajeros, poetas, autores del pasado, las llamaron en numerosas ocasiones Islas Afortunadas.
Nosotros aterrizamos en Tenerife con el único objetivo de pasarlo lo mejor posible y descansar. Eso sí, hicimos nuestras excursiones, y en concreto, Blanca y yo, no nos quisimos perder la visita al Parque Nacional de las Cañadas. Mis padres, como ya se saben las islas casi de memoria, prefirieron ir por su cuenta y riesgo.

Os hablé hace un tiempo de la película "Furia de Titanes", que fue la que me hizo retomar la lectura de mi libro sobre mitología griega, pues bien, una escena de esa película fue grabada en este parque nacional, así que había rincones que me recordaban escenas muy concretas de la peli.

Yo no he estado nunca en Marte, pero seguro que se parece a esto. La tierra roja, negra, de diversos tonos, el variado colorido de las lavas, el cromatismo de los basaltos, forma una imagen irrepetible que se expande ante nuestros ojos y se nos presenta como algo casi mágico. Cuesta creer que exista un lugar así, tan hermoso y tan repleto de contrastes. Un lugar, lo más parecido a un paraíso para los geólogos.

La flora es única en el mundo. Alberga endemismos de carácter insular, regional y local.
La fauna también tiene su importancia, en cuanto a número y exclusividad de invertebrados.

El Teide es un volcán que alcanza la altura máxima de nuestro país, 3718 metros y resulta visible desde la mayor parte del territorio de la isla de Tenerife.
Los aborígenes guanches lo llamaban Cheide o Echeide, para ellos tenía un significado espiritual. Para empezar, situaron en su pico, el infierno, habitado por Guayota, que era el genio del mal. Por este motivo, soportaron durante generaciones las erupciones del volcán. Tanta actividad volcánica fue la que dió lugar al maravilloso paisaje que rodea al Teide a día de hoy.

Arriba, Blanca y yo, con el Teide detrás.

Para acceder al Parque Nacional, se tiene que atravesar el Monte Esperanza, un espeso manto de árboles cubre la montaña de pinos, dragos, sabinas, y como no, eucaliptos. No me gustan los eucaliptos, y alla donde voy me los encuentro. Son auténticos invasores de lo autóctono.

Un paseo por las nubes. Estas fotos son la prueba de que se puede ir al cielo sin despegar los pies del suelo. Así estaba yo, volando sobre un mar de nubes y con los cinco sentidos concentrados en todas las pequeñas sensaciones que me regalaba este lugar.

La última parada la hicimos en esto que llaman la tarta, yo diría que es de chocolate. ¿Os imaginais que pasada, cuando los que estaban abriendo el paso por carretera se encontraron con esta maravilla?.
Volveré, si puedo, regresaré, mochila a la espalda para subir a pie hasta el albergue, y pasar la noche esperando ver asomar los primeros rayos del sol, allá arriba, porque resulta que todavía más arriba de las nubes, sigue habiendo cielo.

2 comentarios:

carmen dijo...

Hola Lorena, que raro entrar en tu blog ahora y verte en tamaño real, ya sabes lo que te dije, que te creía más bajita.
Estupendo tu último viaje, que suerte poder hacer viajes con tus padres, disfruta con ellos. Quien los tuviera.
Besicos.

Lorena dijo...

Carmen: ¡Hola Carmen!, bueno, no soy tampoco demasiado alta, normal, ni muy arriba, ni muy abajo, pero ahora al menos ya no tienes una idea de mí que no se corresponda con la realidad.
Disfruté muchísimo, de todo, del hotel, del paisaje, de mi sobrina y de mis padres. Los papis siempre están, aunque se marchen, laten en tu corazón. Besitossss!!!