viernes, 16 de julio de 2010

ABADÍA DE SAN CLAUDIO.


Los girasoles siempre me han gustado mucho. De hecho, cuando pintaba al óleo, regalé todas mis creaciones, excepto un enorme girasol que pinté recordando los extensos campos manchegos que se encuentran cubiertos por ellos.
En la región de Marcas, los girasoles contribuyen al embellecimiento del paisaje. Me gusta verlos cambiar de posición, girando en busca del sol, algunos son casi perfectos, altos, altísimos, de hecho, pueden medir de 2 a 6 metros, dependiendo del tipo, porque hay varios. Flores gigantes que brillan de un modo especial y regalan a la vista alegres tonos dorados, naranjas, marrones...

Los trenes me recuerdan a la vida. Mi vida de hecho tiene muchos trenes importantes en el recuerdo, y muchas estaciones. Las vías, la senda a seguir. A veces, se bifurca el camino y resulta confuso, otras, es recto y claro. El tren que pasa, que no hay que dejarlo escapar por si no vuelve. Nos subimos, nos lleva hacía nuestro destino, nos cruzamos con personas que se quedan, con otras que se bajan rápido. Me encantan los trenes, es, sin duda alguna, mi medio de transporte preferido. En casa tenemos tres para hacer maquetas en cuanto hagamos sitio en el pueblo. Mi padre me transmitió la ilusión infantil de montar el tren eléctrico sobre la alfombra los domingos lluviosos, y después me junté con mi Pedro con la misma pasión.
Mientras tomaba la foto, el maquinista, me saludaba y me despedía, todo a la vez. Un paso fugaz de dos vidas que se cruzan con pocas probabilidades de que vuelvan a coincidir.

El tren, como los de antaño, aún no ha tomado la forma megafashion de la modernidad.

La abadía de San Claudio es de estilo románico. Es austera en su interior, pero es que yo pienso que todas las iglesias deberían mostrarse al mundo así, dando ejemplo con lo que predican. Además, no hay nada tan hermoso como las cosas sencillas.

Esta es la puerta que lleva al campanario, que más que un campanario parece un palomar. No subimos porque las escaleras finales daban, literalmente, miedo.
Me gustó mucho esta puerta que se abre a los peldaños giratorios de la escalera de caracol. Es exactamente igual, que la puerta que llevaba a la torre donde se encontraba encerrada la princesa Rapunzel. Al menos, yo de niña al leer el cuento la imaginaba así.

Stefano nos llevó a este lugar, porque es un sitio especial para él. Pertenece a Corridonia, y el colegio donde estudió se encuentra justo al lado de la abadía, en un entorno precioso, rodeado de árboles y de extensos campos de cultivo y de girasoles. No me extraña que estudiando tantos años en un sitio tan hermoso, haya terminado siendo poeta.

La parte de atrás de la abadía, con esa forma tan peculiar del estilo románico, que a mí, me parece especialmente romántico. Me gustaron mucho dos o tres árboles que crecen en la parte lateral, tan redondeados que son casi perfectos, parecen un dibujo sobre la hierba fresca recién cortada.

4 comentarios:

fermin dijo...

Girasoles, trenes, románico...
Comparto tus apreciaciones sobre estos tres elementos que hoy nos presentas. Especiales recuerdos guardo de mis viajes en tren, "buscando el norte", en mis primeros tiempos de residencia en Catalunya.

Lorena dijo...

Fermin:¿Que mezcla de cosas!, ¿verdad?. Es que la búsqueda del norte es lo que tiene, es una aventura donde hay flores gigantes, edificios del pasado, vagones con encanto y recuerdos de los viajes del pasado. Un abrazo Fermín!!!

eSteve dijo...

¡Qué bien lo pasamos! Y qué raro veros en esos sitios que forman parte de mi infancia de una manera tan indeleble, aunque vayan pasando los años...

:-)

Lorena dijo...

Steve: ¡Estuvo genial!, el lugar me gustó, pero la compañía más. Besitos.