viernes, 10 de junio de 2011
EL MAS DE BUNYOL.
Al fondo, en la imagen, tras de mi, en la montaña, podeis ver un puntito blanco, el tejado de una casa, ese es el Mas de Buñol. Ubicado en un lugar privilegiado y muy especial. No sólo es una casa enmedio del monte, es mucho más, es un observatorio de aves y, en concreto, es una reserva de buitres, así es que nos consideramos muy privilegiados por haber podido pasar en este lugar unos días.
José Ramón y Loly nos recibieron con los brazos abiertos e inmediatamente nos hicieron sentir como en casa. El final del camino te lleva directamente al comedero, por lo que hay que meterse por un sendero "secreto" para llegar a la vivienda. A mí, me chifló, me pareció toda una aventura, porque para acceder al interior había que atravesar un pequeño túnel, exactamente igual que en la casa de "David el Gnomo", parecía una réplica.
La ventana se convirtió en mi televisión. Emitía un precioso documental en directo, mientras que yo, tumbada en la cama, me quedaba obnubilada viéndolos pasar por la pantalla, estaban por todas partes...
La montaña estaba repleta de pinos y riscos, arriba del todo, a bastante altura porque a simple vista no se percibia, tuvimos la suerte de localizar la silueta de dos cabras montesas, con el telescopio, las pudimos ver completamente relajadas, masticando, caminando con una seguridad aplastante junto al borde del abismo.
En cuanto a los buitres, no los veías a simple vista porque había momentos en que no volaban sobre nuestras cabezas, sin embargo, sentías que te observaban, que estaban ahí, y si agudizabas el sentido de la vista, podíamos verlos posados sobre las ramas secas, allá en lo más alto de la montaña. Llegué a contar hasta 16 ejemplares compartiendo el mismo árbol.
De repente, uno de ellos elevó el vuelo y comenzó un baile de extraodinaria belleza. Giraban y giraban, lentamente, allá en lo alto, surcando el viento, planeando el cielo. Tras este pionero, se apuntó un compañero a participar en esta danza majestuosa, a extender las alas, a flotar entre las nubes, y cuando nos dimos cuenta, salieron de sus escondites varios a la vez, mientras que nosotros no dábamos abasto mirando en todas las direcciones.
Volaban en círculos, sobre nuestras cabezas, controlándolo todo, esperando quizás encontrar, un aperitivo, o simplemente disfrutando de la libertad.
Planeaban sin prisa, con sus enormes y anchas alas extendidas, y en su planeo, se hicieron los dueños de ese trozo de cielo.
Esto era sólo el principio, lo mejor estaba por venir...
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4 comentarios:
Que guay Lorena! Que gran tesoro nuestra naturaleza, y que poco la disfrutamos. Al menos tú, la compartes un poquito con nosotros y nos recuerdas las cosas tan bonitas que tenemos al alcance de nuestras manos.
Gracias,
Un besazo,
María J.
María J: Gracias por el comentario María, la verdad es que es así, ¡¡la naturaleza nos da tantas cosas!!, cosas que no se pueden comprar con dinero.
Vaya! se llama como mi pueblo... aunque aquí no tenemos observatorio de buitres. Queda por la zona de Riglos? No sé porqué el paisaje me suena, y por allí también hay muchos buitres.
Cuka: Olvidé poner que está en Teruel, en un pueblecito que se llama Valderobres. Riglos lo conozco, ¡es chuli!. Besotes!
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