miércoles, 15 de junio de 2011

LA PESQUERA (BECEITE).


La pesquera es una zona que discurre junto al río Ulldemó y que está repleta de pozas, piscinas naturales que se suceden una detrás de otra. Decidimos recorrerla siguiendo el curso del río, hasta donde nos dejó, porque llegó un momento en que avanzar se hizo complicado, pero eso sí, fue muy divertido. Nos dijeron los lugareños que aún nos quedaban, al menos, 5 kilómetros por delante, de río y de pozas, así que hemos de volver a terminar lo empezado.

Los ríos son un canto a la vida, son las venas por donde circula la sangre del mar. Su rumor era tal, que Pedro y yo apenas podíamos escucharnos, pero es que en sitios así, las palabras sobran. Para mí, estos escenarios son tan sagrados como para otras personas pisar una iglesia, así que intento aprovecharlos para profundizar, impregnarme, dejarme llevar por las sensaciones, a menudo, aletargadas.

Además, el silencio, los movimientos lentos, la calma, se instala en ti y te abre puertas a otros escenarios, como la aparición en escena de algún animal, que creyéndose sólo, baja a beber, y se te ofrece de este modo como un regalo. Es algo excepcional y que requiere gran paciencia el tener un encuentro fortuito de este tipo. Lo tuvimos, pero no llegó a materializarse, porque lo espanté con mi espontánea emoción, así que, no sé lo que vi. Primero, al verlo correr, estuve convencida de que era un lobo solitario, Pedro decía que era un coyote, y tras una reflexión compartida terminamos pensando que ni una cosa ni la otra, que seguro que lo que vimos era un zorro. Fuera lo que fuera, fue una ofrenda.

Hacía frío, pero no podía resistir la tentación del agua, que parecía llamarme: "ven, ven, ven...", y acabé mojándome los pies por accidente y las manos por voluntad. No sé el rato que estuve allí, sentada junto a una pequeña cascadita, de esas estrechas y bajas que unen una poza con la siguiente y que dan continuidad a la corriente. Me quedé allí para soltar, como dice mi profesor de yoga, así que solté, en sentido figurado, claro, y dejé correr todo lo que quiero eliminar, lo que sobra y carga de peso "la mochila". Todos esos despojos de mi misma, quizás estén ya en el mar, porque los dejé irse alegremente, allí se quedaron los miedos, las dudas, las largas esperas, allí dejé los sentimientos negativos, se fueron con el agua, ya están desintegrados, porque para avanzar, hay que ir ligera, y la vida en su viajar nos carga muchas veces con "souvenirs" extras.

Cuando "sueltas", el camino se allana, andas más ágil, libre, y cada día se presenta como una nueva oportunidad, porque es así, la vida es algo urgente por su brevedad, así que, hemos de seguir, empaparnos, vivirla en el ahora, algo que olvidamos con facilidad, y las crisis, que nos hacen crecer a todos los niveles, llegan para recordarnos que el futuro no existe, que hay que espabilarse, que hay que rebozarse en el presente, vivir sintiéndote vivir.

Caminamos por el paraje de la pesquera deleitándonos en los detalles. Vimos a las golondrinas volar alborotadas, nos fijamos en las huellas marcadas en la arena junto a la orilla, los peces, alguna rana, tropecientos mil insectos y un lugar especial donde pasar una noche romántica, quizás haciendo una acampada ilegal, pero, ese rincón del mundo es mejor que el mejor hotel de Gran Lujo que se te pueda cruzar en el camino.

Hasta aquí la excursión, he tenido problemas para seleccionar las fotos, de tantas que hicimos y todas tan bonitas...

1 comentario:

Moncho Beseit dijo...

Precioso reportaje. La pesquera o peixquera tiene el agua caliente en comparación con el Matarraña.