lunes, 13 de septiembre de 2010

SOAJO.


La tarea de vigilancia para prevención de incendios, era otra de mis preferidas, porque para ello había que subir a lo alto de la montaña, y allí había unas vistas espectaculares de todo el contorno. Me gustaba ir sola, era uno de esos momentos en los que sientes que el mundo está ahí para tí, y que te lo vas a comer de un momento a otro.
Durante nuestra estancia, tuvimos un día en el que el corazón se nos aceleró un poco a todos. Nos informaron de tres incendios en zonas muy cercanas al centro. Afortunadamente, un par de ellos estaban controlados, y el descontrolado era justamente el más lejano. El viento se pudo de nuestro lado, pero nos tuvo alerta un buen rato hasta que tuvimos claro que el peligro había pasado.

La casita verde es un container que era el antiguo alojamiento de los voluntarios. Ahora, se utiliza como trastero. Uno de los días subimos con Henrique a cargar unos muebles. Chris y yo, teníamos que procurar sujetarlos en la parte trasera del jeep, y allí me dió un ataque de risa que no me dejaba ni respirar. La risa floja venía porque me acomodé en el suelo haciendo palanca con mis piernas para que no se movieran los muebles, mientras que Chris, se puso en la parte contraria y de pie. Cuando el jeep comenzó la marcha, Henrique tomó el peor de los caminos para regresar a la parte baja de la montaña. La pendiente hizo que los muebles aprisionaran a Chris, que hablaba y hablaba, supongo que quejándose por aplastamiento, mientras que yo, no le entendía nada, y veía su cabeza a ratos. Me dió el ataque, al reir perdía fuerzas y los muebles bailaban aplastando todavía más a Chris, lo que provocó que ya no pudiera abandonar las carcajadas, en fin, que no fui la mejor de las compañeras en ese momento, pero eso sí, a mi que me quiten lo bailado, no pude pasarlo mejor. Voy a enrollarme y os pongo un video para que veais lo loca que estoy, ¡el video es corto!, no grabé el principio porque estaba sin fuerzas.


En la foto podeis ver la parte alta de la montaña, donde cargamos tropecientos muebles que se llevó Virgilio, el primero que aparece en la foto de abajo empezando por la derecha. Ya os dije que le iba a dedicar un post más adelante porque es una persona realmente especial, así que ya lo conocereis.

Henrique se iba de vacaciones y decidimos despedirlo con una cena en un pequeño pueblo llamado Vila Franca do Rosario. El lugar era muy auténtico. Yo tenía la sensación al ver a los dueños del local, de que había retrocedido hasta los años ochenta. En Portugal, encuentras cosas y personas que parecen antiguas, y eso en mi opinión le da un encanto particular a los lugares, los contrastes hacen que sea fácil enamorarte de sus pueblos y sus gentes.
Después de la cena, algunos se animaron a jugar al futbolín, y yo volví a sentirme de nuevo adolescente, trasladándome en el tiempo y la distancia, a mi pequeño pueblo de la sierra extremeña donde alrededor del futbolín vivíamos las más hermosas historias de amor y de amistad que uno puede imaginar, historias que han dejado una huella imborrable en mi recuerdo.

En el centro, había noches en las que los lobos no aullaban, pero es cierto, que siguiendo las fases de la luna, quizás era producto de la casualidad, pero lo que yo comprobé es que cuanta más luz regalaba la luna a la oscuridad de la noche, más probabilidades teníamos de escuchar el canto nocturno de los hermanos lobos.
Muchas noches, nos íbamos a las instalaciones lobunas para sentarnos en la oscuridad a escucharles aullar. Eran noches completamente mágicas y románticas, donde las estrellas brillaban en el cielo del modo en que brillan en un lugar sin contaminación lumínica, donde reina la oscuridad. Esa belleza del universo sobre nuestras cabezas, inundándolo todo, unida al canto estremecedor de los lobos enlazado al eco del espacio abierto donde se ubicaba el centro, no podría describírosla con palabras. ¡Era tan emocionante!, ¡tan absolutamente intensa!, que era bien fácil ver deslizarse alguna lágrima por mis mejillas, de tan solo pensar que esos aullidos puedan un día desaparecer. Como decía Félix: "Que el lobo viva donde pueda y donde deba vivir, para que en las noches españolas no dejen de escucharse los hermosos aullidos del lobo".
Hoy os voy a contar la preciosa leyenda de la luna y el lobo que es de autor desconocido y encontré hace ya algún tiempo no recuerdo muy bien donde, en algún libro o quizás en algún lugar de internet:
"En un tiempo sin tiempo, cerca de uno de los principios, la luna era siempre redonda y lejana, atada detrás del cielo y colgada de la nada entre vacíos. Miraba el mundo a sus pies coronada de plata y olvido. Y estaba bien mirando en la distancia. Pero una noche, distraída, se acercó demasiado a la Tierra y se le enredaron los dedos en las ramas de un árbol. Cayó de pie sobre la hierba, y de repente, le salió al paso una sombra oscura: pelo crespo, ojos negros y una sonrisa lobuna. Cabriolas de luz de luna enmarañada de lobo jugando entre arbustos y colinas. Aullidos y risas y rumor de estrellas entre las hojas. Pero todo lo que empieza acaba y el lobo volvió al bosque y la luna al cielo. Cuenta la leyenda que antes de separarse, la luna le robó al lobo su sombra para vestirse de noche el rostro y recordar el aroma de bosque. Y que, desde entonces, el lobo le aúlla a la luna llena que le devuelva su sombra... "
En realidad, se cree que los lobos aullan a la luna llena porque la luz de esta luna aumenta las posibilidades de éxito en una cacería.

Soajo vive junto a su hermana Faia. Nacieron el mismo día, en Junio del 2008. Es bastante más difícil ver a Soajo que a Faia. Es mucho más esquivo y como Faia es la alfa, teníamos que hacer virguerías para que Soajo pudiera comer sin que se iniciara una pelea con su hermana, así que le dábamos la comida primero a uno, y luego al otro, en puntos totalmente distantes. Soajo corría al lado del jeep, casi volaba. Era bastante más inquieto y desconfiado que Faia, y tenía facilidad para esconderse en el bosque y no dejarse ver, salvo que a él le interesara, claro.

2 comentarios:

carmen dijo...

Lorena, preciosa la fábula del Lobo y la Luna.
Que cosas nos pasa a los españoles, cuando vemos que se cae una persona la inmediata es de reirnos, eso debió de pasarte a ti cuando ibas sujetando los muebles y a tu compañero le iban aplastando, pobrecico, pero a mi también me entra la risa sólo de pensarlo, jajaja.
Seguimos disfrutando de tus experiencias con tus amigos los Lobos

Lorena dijo...

Carmen: No podía evitarlo Carmen,me reía sin parar y es que cada vez que hablaba para que quejarse, a mí más risa me entraba, ¡qué le vamos a hacer!, estas cosas pasas, al menos era un buen momento, porque me han dado ataques de risa en sitios poco apropiados y ahí sí que se pasa mal, pero aún así no te dejas de reir, jajajajaja...me alegra que te gusten. Besotes guapetona!!!