domingo, 19 de septiembre de 2010

MAFRA.


El Palacio de Mafra es impresionante, sobre todo para personas que como a mi, les guste sumergirse en el pasado. Este palacio lo mandó construir el rey Joao V. Resulta, que este hombre hizo una promesa para que en su matrimonio con María Ana de Austria, tuvieran descendencia, y también para curarse de una enfermedad que padecía, total, cumplió el voto construyendo el palacio, ¡casi ná!, y ahora, este precioso palacio es el monumento más importante del barroco portugués.

Cuando estás llegando a Mafra, y desde bien lejos, ya se ve la cúpula de su basílica, de un blanco inmaculado, y con tropecientas mil ventanas. Virgilio me decía que tiene 365, una por cada día del año, pero según he podido leer tiene más de 4700 sumando puertas y ventanas, 1200 habitaciones, no entiendo muy bien para qué tantas, 156 escaleras y 29 patios, vamos, una chocita.

El palacio se divide en una parte para los frailes y otra para los señores reyes. En 1717 se empezó su construcción y fue el mismo Joao V el que lanzó la primera piedra debidamente bendecida por la máxima autoridad eclesiástica de la época. En marcha se pusieron las obras con más de 50000 obreros trabajando en ella.

El monarca encargó lo mejor de lo mejor, gracias al oro de Brasil, los mejores pintores, los mejores escultores, y los mejores carrillones de campanas, 92 en total, hechas en Flandes y que constituyen el mayor conjunto histórico del mundo.

Para llegar a la biblioteca, se atraviesan metros y metros de largos pasillos, rodeados de salas de todas las maneras, superbien conservadas, con todo lujo de detalles y que te mantienen la atención en alerta continuamente.
Después, al final del corredor, aparece esa maravillosa estancia, de donde yo no me hubiera ido nunca, porque, ¡me siento tan feliz rodeada de libros!. Allí hay cerca de 40000 obras del siglo XVIII.

Me explicó una mujer que vigilaba el recinto, porque está acordonado y nadie puede pasar, que no son libros, son volúmenes, es decir, cada tomo recoge varios libros en su interior. Esto lo hacían así para ahorrar en encuadernaciones.
En la biblioteca viven unos pequeños murciélagos que se encargan de comer las polillas que nacen de los libros, allí están, viviendo en un palacio rodeados de letras y comida, así que no pueden pedir más.

Los reyes pasaban cortas estancias en Palacio, ¡vaya caprichito!, y en 1807 a otro Joao, esta vez el VI, le dió por pasar un añito allí, antes de partir camino de Brasil, y aprovechando este tiempito a cuerpo de rey, nunca mejor dicho, para decorar o mejor, mandar decorar las estancias, con pinturas murales de mil formas distintas. Cuando la corte regresó de nuevo a Portugal, usaban el palacio para celebrar algunas fiestas o para pasar temporadas, sobre todo, porque cerca está Tapada y era un buen sitio para cazar.

Los aposentos reales.

La sala de música, y como esta hay tropecientas más, la de juegos, la de caza, la de reuniones, la de comer, la de fumarse un puro...

El salón del trono arriba, también está la sala de los rezos, la de vestirse, la de lavarse la cara, la de bailar, la de escribir...

La parte de los frailes, bastante mas sencilla, pero dentro del palacio igualmente. Lo que veis arriba es un hospital. Cada huequito a ambos lados del pasillo, son pequeñas habitaciones con su camita, su cristo presidiendo y su palancana.

La cocina, con toda su colección de cacerolas intacta. También había una zona de farmacia, donde algún fraile experto trabajaba con sumo cuidado el mezclado de las hierbas, una zona para los que tenían problemas mentales, una zona para los que tenían enfermedades contagiosas, en semejante palacio hay zonas para todo quisqui.

Después de una mañana entera, perdida en el pasado, imaginando la vida de otros que vivieron antaño, el ruido de las herraduras de los caballos al entrar a palacio, la complicada subida de las damas con sus largas faldas a las carrozas para dar un paseito al atardecer, la aguja en el pajar que debía suponer buscar al marido a lo largo de tropecientos corredores divididos en tres o cuatro pisos con miles de habitaciones, que cuando una iba seguro que el otro venía por un camino paralelo, salimos de allí todos más contentos que unas pascuas dispuestos a disfrutar de los colores de Mafra, un pequeño pueblo con mucha luz, que transmite alegría, vida a borbotones.
La imagen de arriba es del Parque que se encuentra unido al Palacio. Precioso, misterioso y repleto de aves exóticas que andan por allí sueltas al libre albedrío.

Arriba, la calle para los bomberos voluntarios, a quienes yo también hago mi pequeño homenaje porque con la cantidad de incendios que afectan cada año a Portugal, se juegan el tipo por salvar la vida de otros seres vivos.
Abajo, la entrada al mercado.

Os dejo un video de los aullidos del lobo, está tomado por Henrique, podeis ver a Prado,¡a disfrutarlo!.

2 comentarios:

Vir dijo...

Lorena cada vez que te leo me parece estar allí, cuanta razón tenian Maite, Alicia y las demás en la quedada.
Por cierto me ha parecido muy curioso lo de los murcielagos, nunca se me habria ocurrido que las combatieran asi, pero me encanta la idea.

Un abrazo

Lorena dijo...

Vir: ¿Vir la del blog anónimoooooooo?, que veo que por fin te podemos leer. Mañana te hago una visita sin falta a ver que nos cuentas. Muchas gracias por el comentario, me encanta saber que te gusta y te agradezco mucho la visita, ha sido una sorpresa!. Un abrazo bonica y prometo seguirte!!