miércoles, 29 de septiembre de 2010

FIN DE UN VIAJE HOMENAJE.


Fuimos al centro de interpretación de las salinas, donde un aficionado a la geología, que se llamaba Jesús, nos explicó todo sobre la sal, y nos dejó asombrados por la cantidad de cosas que no sabíamos y que acabábamos de aprender.
Jesús me pareció una persona muy interesante. En su momento, creó campos de trabajo en la naturaleza, y al final desistió de seguir con ellos por la falta de entusiasmo de la juventud. ¡Qué pena que no estuvieramos nosotros por allí!. El caso es que ha tirado la toalla en ese sentido.
Mientras charlábamos con él, dijo algo sobre Félix que me llegó al alma. Dijo que de aquí a treinta años nadie sabría quien es, ni a nadie le importaría la labor que hizo o dejó de hacer, porque las nuevas generaciones no lo han vivido y ni fú ni fá. Tuve mariposas en el estómago...vértigo, ¿podría suceder algo así?.
En la foto de arriba, podeis ver el palacio de los marqueses. En 1530 Carlos V creó el marquesado de Poza a favor de Don Juan Rodríguez de Rojas, familia que poseía la villa y sus salinas desde 1298, y construyó el Palacio.

Tras la visita al centro de interpretación, decidimos ir al lugar donde se ha llevado a cabo durante tantos cientos de años la extracción de sal. Al pasar por la puerta de la iglesia, allí estaba Domingo, viendo pasar la vida. De nuevo nos dió conversación. Se emperró en darme un palo para hacer la ruta senderista de las salinas, según él, nadie hace esas excursiones sin un palo en la mano, porque hay serpientes. Ya me dejó sembradita una buena dosis de paranoia, y con ella me fui de excursión, sin palo, a pecho descubierto, como se suele decir. No sé que pretendía que hiciera si se cruzaba una serpiente en mi camino, pero si soy incapaz de matar una mosca, ya me explicareis como le doy a una serpiente que probablemente esté tan asustada como yo, ¡ni pensarlo!.
Arriba: Foto de un antiguo almacen de sal, donde muchas veces dormían los dueños para evitar robos.

Tanto insistió Domingo en los peligros, que el miedo se instaló en mi. Flaco favor me hizo con tanta advertencia. Así que, al principio del camino, cuando ya vi que había maleza y un sol magnífico para que todos los reptiles salieran a disfrutarlo, agarré una pequeña rama del suelo a la que bauticé como rama espanta-serpientes. Desarrollé una técnica única en el mundo que consistía en barrer con mi ramita, el camino por delante de mis pasos. Pedro me decía que eso no servía para nada, pero yo estoy convencida de que si hubiera salido una serpiente, primero hubiera atacado a la rama y a mí me hubiera dado tiempo a reaccionar, supongo que dando saltos y gritos, haciendo de nuevo, lo mismo que hice en Singapur cuando una serpiente se encaró conmigo, que es todo lo contrario de lo que se debe de hacer cuando una serpiente aparece, pero bueno, ya dice el refrán que el hombre es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra.

En la foto de abajo, ¿podeis ver el perfil de Félix?, porque en Poza hay gente que asegura que es él. Cosas de la naturaleza, que talla piedras haciendo figuras que te recuerdan a quien tú quieras que te recuerden. Muchas personas ven su perfil, y de hecho, se hizo un proyecto para terminar de tallarlo. Jesús decía que tratándose de un homenaje a un naturalista, no entendía porqué dar forma a algo que tenía su forma natural. Ahí estábamos de acuerdo. La naturaleza es como es, y meter la mano es un error. No creo que a Félix le hubiera gustado, como buen conservacionista.

Lo que veis en la foto de abajo, no es nieve, ¡es sal!. Estas zonas blancas que dibujan el paisaje de manchas y se encuentran a lo largo de todo el recorrido, se llaman espumideros, o algo parecido. La sal brota. Sal fósil. Nos contó Jesús que antes hubo un mar donde hoy está Poza de la Sal, y de ahí que todo esté repleto de sal, un mar fosilizado, ¿os imaginais?, cubierto de capas de tierra, que sale de nuevo a flote en forma de sal. Descubrimos también, la cantidad de porquería que meten a la sal para que no se apelmace, así que nos vinimos cargaditos de bolsitas de sal natural del pueblo de Félix.

Abajo podeis ver unas salinas que una familia sigue utilizando.

Abajo, salinas abandonadas, arriba, salinas repletas de sal, trabajadas.

La foto de abajo me recuerda unas palabras que dijo Félix, cuando contaba que de pequeño se dedicaba a pasar las horas mirando volar a las aves, observando a los animales: "Qué incitaciones a viajar, a ser libre, a enfrentarme algún día al mundo con la libertad absoluta con la que lo hacían las águilas y los buitres de mi infancia".

Así que, en un dibujo sobre Félix, no pueden faltar aves majestuosas. A mí también me gusta salir con Pedro a observar aves. El mundo de la ornitología es alucinante, pero es cierto que tengo un verdadero pavor a cogerlas, menos mal que para eso está mi Pedro, que viene de donde haga falta para ayudarme a recoger a todas las que me encuentro heridas. Eso sí, observarlas me fascina, y leer sobre sus mundos, sus viajes, su libertad. No me importaría nacer ave en otra vida.

Y aquí estamos Félix y yo, mano a mano. Me gustó sentirme cerca de él. Era como si una estrella hubiera descendido para hacerme compañía. Indescriptible. No podía ser objetiva con tanto batiburrillo dentro de mi.

A mi Pedro le tenía harto, y la verdad es que tengo un marido que no me lo merezco, el mejor marido del mundo, con más paciencia que un santo. Resulta que la menda, "osease", yo, sólo quería pasar por delante de la casa de Félix. Fueramos a donde fueramos tenía que dar un rodeo para volver a pasar por allí, y mi Pedro concediéndome el deseo. Cada vez me preguntaba: "¿otra vez?", y yo le decía: "pero chuli, por favor, es que me lo pide el corazón...", hala, paseo arriba, paseo abajo. La calle más pisoteada de Poza de la Sal.

Miraba las ventanas del piso de arriba, la ventana de la habitación donde nació Félix, y me costaba bien poco imaginar a ese niño lleno de curiosidad asomado para ver nevar: "¡Qué bonita es la nieve!Yo me despertaba en mi pueblo burgalés, pueblo de muchas nieves, y me decían:-¡Félix!¡Ha nevado!. Saltaba de la cama y miraba embelesado el tejado de la casa de enfrente, cargado de nieve, blanca, blanquísima, prometedora. Y los chuzos de hielo que pendían del alero del tejado..."

Mientras leíamos la biografía de Félix, que seguimos recomendando, había un lugar que sentimos la necesidad de visitar. Él mismo nos lo explica:"La cueva de la Verana es una oquedad tallada en una colina rocosa, en la que no me cabe la menor duda de que alguna vez habrá vivido el hombre prehistórico. Una oquedad que tiene la particularidad de que, aparte de la entrada, que es más pequeña que la concavidad de la bóveda, tiene una comunicación con el exterior a la que nosotros llamábamos la chimenea...la cueva nos entusiasmaba."

Félix: "Nos quedábamos en la cueva de la Verana y hacíamos fuego. Previamente habíamos acarreado ramas de boj, de aulagas, de tomillo, olorosas matas que luego encendíamos en la cueva...y cuando ya era todo puro rescoldo, y nuestra pequeña caverna estaba iluminada por la luz vieja del fuego semiapagado, mientras en el atardecer del pequeño horizonte que se vislumbraba por la boca de nuestra cueva se recordaban las últimas siluetas de los buitres, metíamos patatas para asarlas en las cenizas."

Subimos a la cueva atravesando la montaña, porque no hay sendero. Nos emocionó llegar hasta ese punto mágico, que se alza sobre el pueblo, donde en sus paredes se ven los restos de las fogatas, quizás las que hizo Félix con sus amigos. Un lugar donde una se siente más cerca de aquel hombre que llegó al mundo para ponerlo del revés.
Me contaba una mujer del pueblo, que Félix iba junto a su amigo Tomás, por las noches, a escuchar aullar los lobos.
Me crucé dos o tres veces con un hombre octogenario, que reconocí por las fotos de la exposición, era un señor de la pandilla de "Dios te libre", de los que subían junto a Félix hasta la cueva de la Verana, pero me faltó valor para acercarme a darle conversación, y con eso me quedo, ¡imaginar la cantidad de cosas que me hubiera podido contar de su infancia!. El caso es que, al ver a los que fueron sus amigos, tan mayores, con sus sombreros, apoyados en un bastón, no me imaginaba a Félix allí, veía al niño, pero no podía imaginarme al anciano. Hay personas que jamás envejecen, y supongo que en el destino estaba que Félix permaneciera siempre en la memoria repleto de vitalidad, toda la que él tenía.

Ahí podeis verme, en la foto de arriba, haciendo malabarismos en la cueva de la Verana. Dando por concluido este viaje tan especial, tan del sentimiento. Puede ser que la muerte termine con todo. Puede ser que se caiga en el olvido. Pero también puede ser que suceda al revés, que permanezcas, que seas eterno en el recuerdo.
Hay personas que nunca mueren, personas cuyo legado sigue latente.
Nunca muere aquel cuyas huellas seguimos, y ahí andamos, tras sus pasos. Dando forma a sus palabras. Caminando tras de él, desde Alaska hasta Poza de la Sal, para que como los aullidos del lobo, siga sonando, esparciendo su mensaje. Para que nunca jamás desaparezca.

5 comentarios:

carmen dijo...

Lorena cuando he terminado de leer tu entrada de hoy, he tenido una sensación rara, primero he pensado, que bonito y luego me ha dado pena que termine, pero bueno todo tiene un final, asi que, ahora a ver con que nos sorprendes.
Un besico.

Lorena dijo...

Carmen: Pues ya era hora!!, que la verdad es que lo hago largo, pero es que no quiero que se pierdan los pequeños detalles, y ya dice el refrán que más vale lapiz corto que memoria larga,o algo así, jajajaja. Besicos, gracias, ¿eh?, con lectoras como tú dan ganas de seguir...

Inma Godoy y Francis Vega dijo...

Lorena, he leído tu entrada y la verdad me ha gustado, sinceramente opino que entre más detalles mejor, así uno puede ponerse en tú lugar y vivir dicha aventura. Interesante lugar, y sobre todo si ha nacido el gran Félix.

Lorena dijo...

¡Hola Inma y Francis!, gracias por el comentario. Me gustó mucho el lugar, pero es cierto que no puedo ser objetiva porque como bien dices, allí nació Félix y he leído mucho sobre este rincón del mundo, así que estaba apasionada con cada cosa que veía. Muchas gracias por el comentario, un abrazo!!!

Anónimo dijo...

Me ha encantado. Se nota que es un texto vivido, fruto de una vivencia intensa. Yo también admiro a Félix y me emociono estando en lugares que refiere su biografía. Me gustaría que me dijeras dónde está la cueva de la Verana, o un mapita o indicaciones, ya que tengo previsto ir a Poza en 14 días durante un finde y no me la quiero perder. De nuevo, me ha encantado y muchas gracias. Mi mail es jsolesio@gmail.com