
Hasta el día de antes, el destino elegido para hacer una escapadita, era otro, uno ya conocido que nos gusta especialmente porque nos trae recuerdos de otros lugares del mundo.

Un reportaje la noche antes en el telediario, nos hizo cambiar de ruta, así que decidimos ir hasta Navajas y ver "El Salto de la Novia", que gracias a las últimas lluvias cae con toda su fuerza. Me hacía especial ilusión visitar este paraje, y por unas cosas u otras, siempre quedaba pendiente.

Es inevitable que os cuente la leyenda que envuelve a este lugar, ya sabeis que estas historietas me chiflan.
Dicen que hace muchos años, cuando dos novios se iban a casar, hacían una prueba para demostrar a los demás cuánto se querían. Antes de la ceremonia, tenían que ir a la parte estrecha del río, y la novia, tenía que dar un salto hasta la orilla opuesta, si lo lograba, al matrimonio le esperaba la felicidad en su camino juntos, si no lo lograba, se creía que el matrimonio sería desgraciado y convencidos de esto, los novios rompían su relación.

Llegó el momento en el que dos enamorados fueron a someterse a esta prueba, con toda la ilusión y convencimiento de su amor. La novia saltó, tropezó, y cayó al río. Se vió envuelta en un remolino que hizo que su novio, al verla correr peligro, se lanzara al agua para intentar salvarla, siendo también arrastrado por la corriente. Sus cuerpos aparecieron unidos, y dicen que, las noches de luna llena, el río llora, lamenta el haber acabado con la vida de aquellos amantes que tanto se querían.

Confieso que, pese a estar casada desde hace más de diez años, hice mi saltito de un trocito de río al otro, ¡con éxito!, pero no dije nada, no anuncié mi proeza, por si acaso, como salió bien, os lo cuento.

Antes de llegar a la cascada más famosa de este lugar, hay otra más pequeña que se llama la Cascada del Tío Juan. Para hacerte la foto junto a ella, casi obligatoriamente, te tienes que mojar, porque el agua lo salpica todo en sus inmediaciones. Fue muy agradable, sobre todo porque hacía bastante calor.
El río me provocaba, me daban ganas de lanzarme a sus aguas cristalinas. Siempre digo que a mí los ríos me purifican, me limpian, arrastran las impurezas del alma cuando te abrazan sus gélidas aguas, que corren sin parar, sin estancarse casi nunca, y permanecen frescas, como un soplo de aire cuando te empieza a faltar la respiración. El agua es la vida, los ríos siempre me han parecido las venas de la tierra.

La de arriba es la cascada del Tío Juan que os he comentado antes. Abajo, podeis ver la plaza del Olmo. Descubrimos este rincón de Navajas por casualidad, callejeando. Giramos una esquina, y allí estaba, grandioso, solemne, un olmo que fue plantado en 1636 y que permanece gigante, presidiendo el centro de la plaza, y aunque quizás no se aprecie bien en la foto, debo deciros que impresiona. A mi, este árbol, inevitablemente, me trae a la memoria el poema que Antonio Machado dedica precisamente a un Olmo centenario que crecía junto al Duero. Como me parece muy bonito, sobre todo las palabras de esperanza al final, lo escribo. Disfrutarlo.
POEMA A UN OLMO SECO.
Al olmo viejo, hendido por el rayo
y en su mitad podrido,
con las lluvias de abril y el sol de mayo
algunas hojas verdes le han salido.
¡El olmo centenario en la colina
que lame el Duero! Un musgo amarillento
le mancha la corteza blanquecina
al tronco carcomido y polvoriento.
No será, cual los álamos cantores
que guardan el camino y la ribera,
habitado de pardos ruiseñores.
Ejército de hormigas en hilera
va trepando por él, y en sus entrañas
urden sus telas grises las arañas.
Antes que te derribe, olmo del Duero,
con su hacha el leñador, y el carpintero
te convierta en melena de campana,
lanza de carro o yugo de carreta;
antes que rojo en el hogar, mañana,
ardas en alguna mísera caseta,
al borde de un camino;
antes que te descuaje un torbellino
y tronche el soplo de las sierras blancas;
antes que el río hasta la mar te empuje
por valles y barrancas,
olmo, quiero anotar en mi cartera
la gracia de tu rama verdecida.
Mi corazón espera
también, hacia la luz y hacia la vida,
otro milagro de la primavera.