
He soñado con tus manos trabajadas y curtidas, pero suaves al tacto a pesar de todo. Tus manos suaves y manchadas por el sol. He soñado que se unían a las mías para ser mimadas por un bálsamo. Las sentía tan reales en el sueño, que han calmado un poco mi necesidad de ti. Esas manos tuyas, me curaban las penas antes de que aparecieran. Me daban calor cuando sentía frío. Y es que tus manos, abuela, eran mágicas, especiales, únicas. Siguen siendo así porque están presentes, porque sigues aquí, en cada latido de mi corazón. Tus manos son las manos que más echo de menos, tus manos con los santos y el rosario, tus manos en la cocina, tus manos siempre ocupadas en algo. Por eso hoy ando colgada del recuerdo, un poco de la nostalgia, de la añoranza de tus manos y tus abrazos de nube de algodón. Ando sintiendo la soledad esa que se siente cuando estás rodeada de gente y pensando sólo en la que falta. Deseando estar contigo, aunque sólo sean diez minutos, y obligada a conformarme con un sueño hermoso, este de cogerte de la mano. Te quiero abuela, todos los días de mi vida.