HALLOWEEN.

Hago un parón en el relato del viaje porque sino se me pasa de moda este post.
Sucumbimos a Halloween porque es mucho más divertido disfrazarse y bromear. Lo de "Todos Los Santos" a mi siempre me dió miedo y todavía me lo sigue dando. Debe de ser un trauma infantil o algo parecido, porque recuerdo llevar flores y estrenar ropa junto con mis padres, para luego tener muchas pesadillas por todo lo que había visto, así que lo hemos celebrado primero con una comida donde estuvieron presentes los amigos de la foto de arriba.

Anoche, la casa se llenó de fantasmas. Pedro entró y empezó a encender luces porque decía que le daba miedo tanta vela y tela de araña, además de la monstruita que estaba escondida en algún rincón del oscuro castillo de Drácula...la luz estropeó un poco el show...pero fue divertidísimo, porque yo la apagaba, él la encendía, y no había manera de que se moviera del lado del interruptor. Todo estaba ambientado, ¡hasta yo!, y después él.

Elegí un disfraz de vampiresa porque a Pedro le chiflan las historias de vampiros, así que él adoptó el papel de Conde Drácula, con su capa, sus dientes y todo...

Eso sí, no os penseis que estaba tan dulce como en la foto, nooooooooooooo....me transformé, con dientes, sangre y sed de más...Pedro se puso completamente en situación, con la risa tonta y ¡nos lo pasamos genial!.

Y, ¿qué pueden cenar dos vampiros?,un menú exquisito, cinco tenedores...vísceras, sangre, trocitos de carne, huuuummmmmm...y de postre, una peli de terror malísima.
Eso sí, las fotos de la transformación me las reservo, sólo os digo que daba mucho miedo y que mi vestido era muyyyyyyyy chuli...