miércoles, 6 de abril de 2011
ADAPTACIÓN.
Con tanto obrero deambulando por casa, tomamos la sabia decisión de irnos a pasar el día fuera, y terminamos en Alarcón. Ya os he hablado muchas veces de este pueblito que a mi me tiene enamorada. Me gusta no solo por todo el peso que tuvo en su momento en la historia, sino porque es pequeño, bonito, con pocos habitantes, tiene un montón de iglesias, una panorámica preciosa y reina la tranquilidad.
Muchos de sus rincones te trasladan a otros tiempos, se han quedado suspendidos, colgados de un reloj, envueltos en un halo de misterio, repletos de secretos que jamás tendremos la fortuna de conocer pues sólo los muros más antiguos son testigos de lo allí acontecido.
Los cambios requieren adaptación. Resistirse es como ponerse a nadar en sentido contrario al de la corriente, no avanzas y resulta agotador, termina con tu energía. Sin embargo, en ocasiones, necesitas tiempo para asimilar todo lo que te acontece. Aunque escapes de la rutina, huir no es la solución, porque allá donde vayas el sentimiento te persigue, es lo que eres, lo que hace que tú seas tú.
Avanzas en el camino y se quedan muchas cosas atrás, algunas las abandonas, otras las pierdes sin querer perderlas, por nada del mundo, sueltas riendas en algunas ocasiones porque resulta necesario, otras porque no te queda más remedio . A veces, te sientes diminuta porque, en realidad, no somos más que puntitos microscópicos en el universo. Te dejas caer en un abismo, crees que nada ni nadie puede recuperar tu esencia, crees que no tienes fuerza, crees que la sonrisa no volverá a dibujarse en tu rostro, y crees mal, porque todo pasa y de golpe y porrazo vuelves a ver brillar el sol.
Cuando me he perdido, cuando no me encuentro, me voy al bosque para recuperarme, y allí estoy, formando parte del todo, porque es ese mi origen, mi punto de partida, en realidad, es el de todos, aunque muchos no lo sepan, pero nuestros ancestros no empezaron sus vidas en el asfalto gris y esa herencia va en nuestros genes.
En Alarcón, hay un pinar que rodea el pueblo y que si caminas en línea recta te lleva hasta un precipicio donde, con mucho cuidado, puedes divisar unos metros más abajo el río Júcar, escuchas sus latidos, el sonido de sus aguas deslizándose en busca del mar. Con ese abismo bajo los pies, la vida se siente aún más intensa. Si avanzas, tan solo un paso, desapareces, así de simple, por lo tanto, acercarse te pone el corazón a mil, porque cuando sientes los peligros, curiosamente, es cuando más vida te embarga. No me acerqué demasiado, porque en un lugar así, un mínimo error es fatal, pero merece la pena ver el precioso cortado delante de ti, sentir el hormigueo en la zona del ombligo, donde está el ser, contemplar el vuelo en círculos de las aves, envidiar esa libertad de las alas en movimiento, planeando junto a las paredes lisas, pintadas de forma natural en tonos grises y rojizos, aunque no sé, Marina me dijo el otro día una frase, "la libertad por la soledad", puede que sea verdad, que ser libre implique estar en cierto modo, solo/a.
Al final, después de tomarme un respiro, analicé todas las cosas que me han pasado desde que comenzó este año, las miré de frente. Debo decir que ya no va a ser el mejor de mi vida, pero siendo justa, no siempre puedo salir vencedora. Los días en que te sientes impotente, pequeña, esos en los que te embarga la tristeza, en los que en un segundo te sucede algo que te cambia lo que no hubiera conseguido cambiarse en todo un año, esos días, aunque suene extraño, son para que sepamos agradecer aquellos en los que todo nos sale bien.
Arriba, podeis ver el cortado, se termina la tierra y comienza el precipicio.
Abajo, el viejo castillo ahora convertido en parador.
A veces, comemos de picnic, que nos chifla, pero esta vez con todo el follón que teníamos en casa, nos pareció todo un mundo preparar las cosas, y decidimos comer en un restaurante. Ya hemos probado un par y por fin tuvimos ocasión de estrenar uno que nos tenía tentados, pero que, en las últimas ocasiones en que hemos visitado esta localidad, siempre lo encontrábamos cerrado.
Tiene mucho encanto, y una enorme cristalera que te permite disfrutar de unas vistas preciosas, algo que ameniza los sentidos mientras disfrutas de un buen plato de comida caliente.
Para terminar, os cuento una anécdota para que veais lo despistadísima que soy. Siempre que hemos ido a este pueblo, me llamaba la atención la casa que veis en la foto de abajo, me parecía una masia ubicada en un lugar privilegiado, con un enorme patio, muy rural, y este viaje, le propuse a Pedro acercarnos más a sus muros para verla mejor, para ver su jardín y su estructura, para soñar con tener un día una como esa. Bueno, pues ese hermoso chalet, cuando te acercas lo suficiente hasta él, te descubre de nuevo que las cosas no son lo que parecen, más que nada porque cuando te asomas a través de su puerta de entrada, descubres que ¡es el cementerio!, así que, donde dije digo, digo diego...
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6 comentarios:
Como no se si se ha grabado la entrada que te acabo de poner, vuelvo otra vez y te digo que los pueblos de las fotos muy bonitos tienen sabor a pueblo, (pues a veces dicen pueblos y son como Vilarreal, eso no me gustan)
Ya veo que además del paisaje disfrutastéis de la buena mesa, eso está bien.
Pues nada lo mejor que pudistéis hacer ante la casa invadida es salir corriendo.
Menuda sorpresa con el chalet.
besicos.
Carmen: No se habia grabado. Pues si, a mi también me parece que estos pueblos chiquitos tienen más encanto que otros que parecen miniciudades y pierden la esencia del pueblo-pueblo. En cuanto al chalet, ya veis, me quedé blanca cuando me acerqué, me parecía una cosa y era otra...cositas que pasan. Besicos!
Qué bonitas las fotos!! El manto verde de hierba en la tierra es precioso. A mi los precipios me dan un miedo... solo de leer tu texto me ha entrado el hormigueo del que hablas en el estómago. Y las vistas del restaurante preciosas! Besitos
Alicia: Pues prepárate que si podemos hacer esa salida que tenemos prevista, iremos hasta el borde del precipicio y al restaurante, verás que bonito.
Qué pueblo tan bonito con tanta piedra, el bosque también es magnífico que paz transmite!!
Mi refugio también es la casa del pueblo, allí sólo hago que dormir, comer y bordar :-)
Ánimo guapetona!!
bessisss
Paulitta: Siempre tenemos preferencias en los lugares, será una cuestión de energías. Tu plan de pueblo suena de maravilla. Besines!
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