miércoles, 14 de julio de 2010

MACERATA (ITALIA).


Para llegar a Macerata, tuvimos que cruzar la famosa bota de Italia de Oeste a Este. Eso sí, con mucho cuidado, porque Giulia nos advirtió nada más llegar de que extremáramos precauciones con la forma de conducir de los italianos. La verdad, fue un muy buen consejo, porque los adelantamientos en línea contínua eran más que frecuentes, temerarios y peligrosos. No es que aquí seamos una maravilla conduciendo, pero desde luego, este tipo de barbaridades son menos visibles, por fortuna.
Esperábamos un paisaje árido y nos encontramos con la agradable sorpresa de un paisaje absolutamente bello, verde y lleno de vida.
Por el camino, admiramos pueblos construidos en ladrillo rojizo, inundados de vegetación en sus inmediaciones, y dominando, casi majestuosamente, la parte más alta de pequeñas colinas. Pasamos por el interior de algunos de ellos y me recordaban muchísimo a aquellas películas estupendas de Sofía Loren

Giulia nos recibió y esperamos la llegada de Stefano escondidos en una habitación. Como él estaba convencido de recibir como regalo un gatito, en cuanto entró por la puerta, nos transformamos y: "miauuuuu, miauuuuu, miauuuu...", siguió el maullido y ¡¡¡cha chaaaaaaam!!!,¡sorpresaaaaa!, en vez de un gato, ¡se encontró con dos y bien criados!. Fue muy divertido y sólo por ver su cara, mereció la pena el viaje.

No tardamos mucho en hacer planes para los pocos días que íbamos a compartir. Planes que fueron cambiando sobre la marcha. En principio, íbamos a visitar los montes y después a conocer a Alejandro, un sevillano que vive en Macerata y que es como el hombre de aquella película basada en un precioso libro de Nicholas Evans, uno de mis preferidos por cierto, que susurraba a los caballos. La profesión de susurrador de caballos es real; hay gente que se dedica profesionalmente a ello.
Hubiera sido interesante porque este señor es un experto en la matería y seguro que hubiéramos aprendido muchísimas cosas del mundo del caballo. No sé si este susurraba, pero desde luego, por lo que nos explicaron, era un experto en educar caballos, y sobre todo, dueños de caballos. Finalmente, no pudo ser, porque el tiempo no estira como la goma.

La primera tarde nos dedicamos a descubrir Macerata. Es la capital de la provincia del mismo nombre y se encuentra en la región Marche. Está rodeada de vegetación, además de repleta de jardines y parques de grandes extensiones de terreno.

Junto con Stefano, conocimos la ciudad, nos perdimos por sus calles, disfrutamos de los hermosos edificios diseñados con líneas rectas, con contraventanas de madera pintadas en diferentes colores, muy peculiares, muy italianas también. A mí, me parecía aquello, la región de la Toscana, que sólo la conozco por fotos, por algún documental y por películas, quizás no tenga nada que ver, pero me parece que no hay demasiadas diferencias. Verde, con viñas y pueblos repletos de flores y encanto. Lo que tengo claro, es que seguro que la región de Marche no se queda atrás.

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