lunes, 26 de septiembre de 2011
SOBREPESCA.
Kevin miró la previsión metereológica y vió que el tiempo iba a empeorar bastante por la tarde, así que nos propuso levantarnos a las 4.30 de la mañana para ir en busca de la "Minke Whale" y probar suerte a la hora de ponerle el tag. El tag es el aparatejo ese del que os hablé en el último post de salida al mar, ese que es tan caro y que se adhiere al animal a través de una ventosa. Tiene radiofrecuencia y registra profundidad, hora, posición...
A las 4.30 Izzye entró por la puerta de casa e hizo la función de despertador. Salimos una vez listos y nos fuimos hasta el puerto donde nos vestíamos y preparábamos para la salida.
Empezamos la jornada, nos adentramos mar adentro, más lejos de la costa que en otras ocasiones, siguiendo las referencias de un mapa que tenía Kevin donde estaban señalizados avistamientos anteriores de rorcuales aliblancos.
No llevábamos ni cinco minutos sobre la lancha, cuando tuvimos que regresar a puerto porque tuvimos un fallo mecánico. Allí, tuve una experiencia que desconocía que pudiera ser posible, ahí la veis entre mis manos, una pequeña medusa, lo más suave que he tocado nunca, la tuve unos segundos junto a mí y la volví a dejar flotando, de nuevo bailando una danza lenta mecida por los movimientos del mar.
Kevin trabajó un rato en el arreglo de la avería.
El resto del equipo, aún legañosos pero con la esperanza grabada a fuego en nuestros ojos, esperábamos con paciencia el retorno a la búsqueda de vida cetácea en el mar.
Y salimos a navegar de nuevo. Las focas nos miraban con mucha curiosidad. Son increíbles. Si quieres verlas, cuando asoman la cabeza, no debes señalarlas, porque piensan que tu brazo es una escopeta y que tu intención es dispararlas. En este punto del mapa, los pescadores tienen permiso para acabar con ellas de este modo si se arriman a sus redes de pesca, dicen que les roban el pescado. Debe ser el mundo al revés, ¿quién roba a quién?. Ellas, son listas, y se sumergen con una rapidez apabullante en cuanto ven algo que pueda recordar a una escopeta.
Es superbonito ver el mar lleno de cabecitas. Se mueren por cotillear, pero también tienen miedo, cosa que no me extraña. Se ven amenazadas en su casa, porque no olvidemos que los que estamos de invitados, somos nosotros.
Estuvimos muchísimo tiempo flotando arriba y abajo, comimos en la lancha, y vimos marsopas, pero ni rastro de delfines ni de ballenas. Empezábamos a desanimarnos, también hizo su función en el estado de ánimo el madrugón.
Kevin nos daba algún respiro llevándonos a puerto a tumbarnos un rato a la bartola.
No se escuchaba ese día hablar a los delfines. Un extraño silencio nos rodeaba. Todo tenía su explicación, lo vi con mis propios ojos, y entonces, regresé a mi visión del mundo, a la que suelo tener cuando no estoy de vacaciones ni veo ballenas saltando a mi alrededor, a la realidad que quisiera que fuera una utopía.
Horas en la lancha, horas sin avistamientos, horas largas y extrañas en un mar que parecía vacío de vida. Estiramos el tiempo, la gasolina, la paciencia, y nada, salvo un barco practicando pesca de arrastre, llevándose con él la vida del fondo marino durante millas, arañando, cogiendo a puñados con la avaricia en primera línea, capitaneando, y tirando los cadáveres de todo lo que no les servía mientras las gaviotas se daban el festín. Fue triste no ver delfines saltando, jugando, persiguiéndonos, confiando todavía en la miseria del alma humana.
Pedro le preguntó a Kevin si la ausencia de delfines tenía que ver con eso, y él lo confirmó con esa palabreja que suena a abuso: "Sobrepesca, amigo". Su expresión me recordó a la de aquel pescador del que os hable el otro día, ese señor mayor que salía al mar y denunciaba todos los abusos. Nada tiene que ver el pescador de caña, de pequeña escala, el que coge lo que necesita, respeta los tamaños y la vida, sin excederse, que los monstruosos barcos de arrastre que no seleccionan, que literalmente escaban el fondo del mar y dejan nada tras su paso.
No hay sand eel, no hay vida. Todos dependen de ese pequeño pez. Muchos polluelos mueren asfixiados cuando sus padres les llevan otro tipo de pescado más grande con el fin de alimentarles, el sand eel es diminuto, por lo que al recibir otro alimento de mayor tamaño no lo pueden ingerir y perecen ahogadas.
Un día que parecía gris en la costa de Moray Firth.
Ahí me di cuenta del funcionamiento de la cadena alimenticia. Los animales abandonan las aguas cuando intuyen que lo poco que queda se lo llevan, a otros la ausencia de alimento les causa la muerte, y si se pesca sin control no se da tiempo a recuperar las poblaciones de sand eel.
Al menos, alguna foca nos alegró la mañana.
Hicimos 50 millas y vimos seis marsopas mar adentro, en zona donde la costa no se divisaba. Luego, los barcos arrasando. Yo había leído mucho sobre la pesca de arrastre, pero verlo me impresionó mucho, y eso que el barco que vi era pequeño, pero estaba haciendo una maleza. Tengo entendido que sólo se aprovecha un 10% de lo que sacan del mar. Yo no sé, allí salían muchos animales muertos después de hacer la selección.
El mar, en muchas zonas, es un desierto donde no se produce la vida, pero lo vemos grande e infinito, creemos que todo está bien ahí abajo porque no se ve su fondo. Dicen los expertos que es un vertedero, que se está muriendo, que ponemos en jaque la vida marina, mientras que los demás, nos lavamos las manos pensando que lo que no vemos, no existe. La sobrepesca tiene efectos devastadores sobre los ecosistemas, que van más allá del impacto directo que se ejerce en las especies capturadas, afecta al resto, la cadena falla, falla todo.
Cada vez somos más, cada vez necesitamos más, no damos opción a la recuperación.
Después de completar mi información con la imagen de aquel barco dando muerte a todo ser viviente que se encontraba a su paso, lo tuve más claro que nunca, si el mar se muere, nosotros nos morimos, porque también formamos parte del ecosistema, no somos distintos, ni superiores, ni podemos con todo, somos una parte del todo, somos un punto más de la cadena de la vida, ¡dejémosle respirar!, se lo debemos a las gentes del mañana y a los seres vivos que no tienen otra casa a la que acudir.
En fin, ya veis como me quedé de plof y pensativa, porque la solución pasa por la concienciación, por la cesta de la compra también, y lo veo complicado, quiero ser positiva pero me lo ponen difícil.
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