viernes, 23 de septiembre de 2011

LA MIRADA DEL DELFÍN Y ¡A POR LA MINKE WHALE!


En un documental muy interesante sobre la vida de Jane Goodall, una frase se quedó grabada en mi memoria, cuando ella expresaba sus sentimientos, a veces de rabia, otras de desesperación o impotencia, ante los actos humanos contra la naturaleza, aunque yo diría, contra sí mismos, porque nosotros formamos parte de ella.

Decía que, a menudo, pensaba en esa famosa frase: "la Tierra es una herencia de nuestros padres y un préstamo de nuestros hijos", y cuando le venía a la cabeza se planteaba una cuestión. Cuando tomas prestado algo, lo cuidas, lo devuelves tal y como te lo has encontrado, si la Tierra es un préstamo de nuestros hijos, entonces, les estamos robando.

Miraba al horizonte y pensaba que era difícil ver el mundo en mal estado de conservación cuando estás mar adentro y no dejas de ver vida, cuando estás en un lugar nuevo y bonito, cuando estás de vacaciones, pero todos esos pensamientos quedaron en aguas de borrajas un par de días después. Ya os lo contaré en otro post.

De momento, una nueva salida gracias al buen tiempo, nos daba la oportunidad de buscar a la "minke whale".

La tarde anterior, Kevin, Gena e Izzye nos instruyeron en el manejo de algunos aparatos que nos iban a ayudar a hacer un seguimiento de la ballena si es que daba señales de vida.

Lo importante era estar organizados si aparecía, de manera que cada uno de nosotros tenía una misión que hacer. La mía era decir la posición que marcaba un chisme muy raro, tipo brújula.

Enseguida tuvimos señales de vida, delfines, muchos delfines. Kevin comenzó su trabajo mientras que yo vivía mi momento, uno que me pareció increíble, especial. Uno que me hizo pensar en la inteligencia de estos animales.

Kevin me llamó e invitó a colocarme en la parte delantera de la lancha, y allí llegó este delfín que veis en las fotos, más arriba lo podeis ver a mis pies en otra imagen.

No podría decir cuánto tiempo estuvimos los dos envueltos en una sintonía particular. Sólo sé que durante ese momento mágico que viví, el mundo dejó de existir. Sólo un delfín y yo estábamos en la burbuja. Un delfín que me miraba, y eso me impresionó, ¡me miraba!, no sabría explicaros esa mirada, pero para mí fue clara, transparente, profunda, intensa, y sí, puedo afirmar que las miradas dicen más que las palabras, y que la comunicación no verbal entre este delfín y yo, me dejó claras muchas cosas, de las que, además, jamás había dudado, pero fue una confirmación, como recibir un certificado.

No sé porqué extraña razón los delfines confían en nosotros, pero lo hacen.
También tengo claro que esos cerebritos funcionan muy requetebien, y en ellos se mueven muchas cosas, no sólo un idioma con el que se comunican, que eso ya dice mucho sobre su inteligencia, sino algo más, algo que se nos escapa. La mirada que me regaló el delfín que nadó a mi lado, me habló, me confirmó lo que muchos investigadores como Kevin llevan tiempo estudiando. No necesito papeles que me digan lo que vi a simple vista.

Y como curiosidad, os diré algo que no todos saben, los delfines tienen unas pequeñas manitas en los laterales, ¿a que no lo habías oido nunca?. Yo las llamó manitas de bebé.

Os hablaba de la inteligencia, y me ha venido a la cabeza un post sobre esta cuestión que ha escrito Pedro esta semana y que es una muy buena reflexión, podeis leerlo Aquí.

Una de las tareas que había que realizar, o al menos intentarlo, en el caso de que la Minke Whale apareciera, era ponerle una especie de ventosa de la que cuelga un aparatejo que vale un dineral, y que es, en realidad, un localizador que permite seguir sus movimientos.

Esa misión se la cedió Kevin a Pedro. Con una especia de caña muy larga y pesada, habia que presionar el cuerpo de la ballena para que la ventosa se pegara a su piel.

Apareció la Minke Whale, ahí teneis una foto espectacular que hizo Kevin, y de nuevo en la lancha estábamos todos de los nervios y muy concentrados en no perderla de vista.

Pedro lo intentó, pero era realmente complicado conseguirlo. Primero, porque aparecía por sorpresa y donde menos te esperabas, y del mismo modo se esfumaba bajo las aguas oscuras y ya no había manera de saber hacía donde se dirigía.

Así nos tuvo un rato, en jaque, en alerta, total, para nada, porque cuando le vino en gana, desapareció y adiós muy buenas. Nos quedamos todos mirando al horizonte con la esperanza hecha añicos. La libertad es así, está reñida con las ataduras, y la minke whale hace lo que le viene en gana, porque está en su derecho y porque no tiene la necesidad de hacer realidad nuestros deseos, que sin duda, eran los de poder seguirla y estudiarla.

El aparato que teníamos que haber puesto en la minke whale, lleva escrito los datos por si se suelta de la piel y alguien lo encuentra flotando en el mar. Pertenece a una universidad y se lo ceden a Kevin para que pueda completar sus estudios.

De nuevo nuestra atención la acapararon los delfines, que en cuanto hay ballenas parece que pasen a un segundo plano.

Las ballenas son complicadas de ver. ¿Os acordais de las alcatraces de Troup Head?, bien, pues son muy importantes porque nos ponen sobre la pista. Las aves, en general, van donde están las ballenas, ya que comparten con ellas algo que es muy pequeñito, pero que es lo más importante en el mar, es la base de todo lo demás y alrededor de eso gira la vida en Moray Firth, el sand eel, unos pececillos diminutos que sirven de alimento a "tó quisqui", si hay sand eel, hay mucho "movimiento".

Vas navegando, no ves nada más que un mar en calma y, de repente, a lo lejos, empiezan a concentrarse alcatraces y gaviotas en un sólo punto, eso es muy sospechoso, hay sand eel, y posiblemente, ballenas.

Este señor que veis arriba es un pescador de la zona que ayuda a Kevin siempre que puede. Le lleva animales heridos, le pasa información y pone en conocimiento de las autoridades la pesca ilegal. A mi me hubiera chiflado entenderle, pero la verdad es que su inglés era muy cerrado, muy escocés, y me dió una charla donde me perdí del todo. Me caía muy bien este pescador ético y responsable. Era un señor muy auténtico, y también, muy valiente.

Llegamos a puerto, y ya veis las fotos, terminamos durmiendo en el suelo. A mi me pareció la más cómoda de las camas, la brisa del mar, el solecito, la música del agua, ¿se puede pedir más?. Tras la siestecita, nos reímos mucho con Sirkka y el susto que se llevó con lo que ella pensó que era una serpiente, y después, pusimos rumbo hacía Gardenstown, contentos por todo lo vivido. Me siento privilegiada cada vez que regreso a ese recuerdo.

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