martes, 23 de marzo de 2010
EL REENCUENTRO.
Dicen que las despedidas son necesarias para volver a reencontrarse. Nos encontramos el mismo día que nos conocimos, nos despedimos, y ahora nos reencontramos de nuevo, en territorio menos hostil, en casa como quien dice.
Siempre que los recordaba me venían imágenes junto al río o junto a una preciosa cabaña de madera, imágenes con muchos árboles, escopetas, caminos de tierra, ropa empolvada, imágenes con troncos de leña acumulados y recolectas de frutas para hacer mermelada. Y todo esto porque la última vez que nos vimos fue en Aniak (Alaska), un micromundo dentro de este mundo, donde llegamos y nos recibieron con los brazos abiertos. Fue un experimento por ambas partes porque no nos conocíamos de nada, y de repente, estábamos conviviendo, como el Gran Hermano. Es curioso como unas personas que nos eran extrañas, de golpe y porrazo se hacen importantísimas en un lugar que anda dejado de la mano de Dios. Se van tejiendo lazos invisibles y un mes parece toda una vida.
De Aniak traje muchas cosas, cosas volátiles para alimentar el alma, para crecer, cosas a las que no se les puede poner precio, ni siquiera se ven a simple vista, pero sin duda, lo mejor de todo, lo más valioso, es que el corazón regresó más lleno porque tres personas habían ido acomodándose en un rinconcito de él.
Y a partir de ahora, punto y seguido.
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2 comentarios:
Una historia maravillosa. Yo seguía las peripecias de la meiga... una lástima que ya hayan acabado (en Aniak, que seguro que donde este ahora también tendrá sus historias y estará genial!) Saludos.
Cuka: La meiga se nos ha hecho vaga para escribir, y es una pena, la verdad, perdemos muchas aventuras y reflexiones. Ya por España y encantados de la vida. Un abrazo.
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